Friday, July 20, 2007

La caída

... Bajo la máscara de uno para el otro desempeña
su papel el uno contra el otro:
Martin Heidegger


Se creyó padrote al fin
el hombre que fue dulce y derecho
por andar de macarra por la calle.
Sin pretenderlo, se echó
en los brazos de la putería.

Una hembra con voz provocativa,
dueña de trajín y habladuría,
le quitó el fulcro, su punto de equilibrio,
y él cayó abatido, a pique,
sin dominio de lo auténtico,
inerte sobre la pólvora encendida.

Lejos de él, se ahuyentaron las palomas
seguidas de mañanas.
Cerca de él llegaron zopilotes,
seguidos de las noches.

... Y el hombre,
caballerazo pobre, pero bueno,
dio sus tientos por la luz y, en pago,
se halló de la tiniebla, bienvenido.

Ella vino con la mala pasada de los días,
loquincha, alborotada;
una coqueta raposa sin reposo
para estos zorros que buscan compañía.

... y, al verlo, lo tundió de besarracos.
Con la soba del molino interpretante
lo molió como quiso hasta la zarria.

Lo hizo pingajos
y él creyó por disperso volar, movilizarse,
sacar las uñas, dejar de ser
tan manso e isógeno, leal
al rígido decoro y bobaliconería.

Soñó en grande con progresos culturales,
modernidad, seguridad y aceptación apetecidas
que son pautas del Don Nadie, pordiosero.

¿Acaso del honesto vale menos el folleo,
el gusto por jodienda y por magreo
con los entes disponibles, a la mano?

Se creyó padrote, al fin
el hombre dulce y derecho
y que, pese a tanta habladuría,
sólo quiso atención,
seguir examinando pareceres,
palabras, avisos,
goces publicitarios de lo óntico, el Uno
en pataratas, el Uno en pantaletas...

2-7-1976

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