Sunday, August 22, 2010

La creencia que vale / La fe que me gusta / La esencia de la verdad


La creencia que vale

«El que el objeto de la fe sea inaccesible a nuestros sentidos es lo que le atribuye mayor valor»: Miguel de Unamuno

Quien quiere creer a Dios lo ve en un seto.
La Virgen compasiva llora en las grietas del muro,
gotea lágrimas hasta de orina en los techos.
Cada quien inventa el objeto de la fe
como le place

Subyace a lo fenoménico algo más profundo
y hasta el tonto lo sabe: lo nouménico.
Uno quiere ser inmortal y que haya un lugar,
una morada, donde ir cuando se es pobre y viejo.

Por eso se inventa a Dios hasta con porquerías
y la inmortalidad se esconde como duende
cuando más se la clama. Parece que primero
hay que morirse, o sufrir a chingadales.


Del libro El hombre extendido

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La fe que me gusta

Creer en Dios es anhelar que lo haya y es, además, conducirse como si lo hubiera: Miguel de Unamuno, en Del sentimiento trágico de la vida

Me gusta la fe del perro cuando se rasca
las pulgas; yo abro mi boca, lengua afuera,
como el perro el hocico y disfruto la rasquiña
de rastrear fe no en esencias, no,
no en cielos abstrusos ni entelequias.
La que me duele y me excita
garrapata ha de ser en el pellejo.

La fe me la sé como un instinto.
Me duele o me regocija en la existencia misma.
Con la fe, ladro como perro,
maúllo como gasto.

Y ya me gusta la fe irracional de bestia.
La me hizo un viejo zorro.


03-11-1981 / Del libro El hombre extendido

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La esencia de la verdad

No creo que la verdad sea un lujo.
Una lindura estética que mejor luciría
en las urnas de museos o en galerías
del plácido sabihondo, mecido en los en-síes
de lo Absoluto; yo las verdades
que ansío, si se dijera que alguna busco,
son tan sencillas, prácticas, consoladoras
que se caen de relativas de las manos.

Mi verdad es aquello que sirva,
esto es, a mí y a todos.
Que al manejarla mi voluntad diga:
«Te tengo; ya no me jodes, travesura.
Duras que son de atrapar, hijasdeputa».

Las verdades que valen la pena, digo,
a más simples mejor. Sean o no,
objetos del entendimiento.
Cuando más valen es porque satisfacen
las carencias: el dolor de perderlas.

Todo lo generoso, Verdad le llamo
en este mundo ahito de mezquinos/
Todo lo que hermosea y dignifica la dura fatiga
de trabajo, en este reino de escasez
cada vez más desigual y separante,
verdad sea que ansío.


02-07-1981 / Del libro El hombre extendido

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