Sunday, July 12, 2009

Poemas / Cartas /


«Carlos, leí tus poemas sobre ángeles y demonios en los tableros de literatura de AOL, en México, y me pregunto si eres un perro o un caballo. ¿Sabes lo que significa ser un saduceo?»: GAMALIEL, 31-08-00.


Para el ángel
la Nada es sólo erranza,
material creencia,
soledad de las cosas,
amargura ciega
que cabalga por la historia.
¿Dónde colocaré, sin embargo,
estas huellas frescas y mis pasos?

Troto sin encontrar
un alguien que sea el prado,
un ser infinitamente invulnerable
y que sea el yo, el hombre nuevo,
que no destruye el ser
ni el prado ni los pasos
ni el trote de esta bestia muda
tan fiel como los perros.
¿Dónde la inmensidad inmortal
comienza más allá de las piedras
(aquí yo veo abismos y temores)
y todavía diré que existes distinto
a todo golpe, a mi caída?

Aquí el sequedal se tragó
la isla y la mejana y adquirió
la forma que predicas, la que nunca
he querido para decir amor
y árbol de vida y prado y bestia
y corazón anhelante desde alguna raíz
y cimiento... aquí examino secas ramas
de mi árbol y mi ciencia y estoy solo
con tu nombre en los labios
y con soledad de estrellas, lejanías.


Un caballo, negro engendro de la noche,
va en la niebla y la sorda urdimbre
me galopa y trota el corazón
cuando digo tu nombre.


13-07-1986

No soy de monte y ribera

Me pasa que no soy
de monte y ribera.
¡Que ni postre ni narices!
Ni les sirvo
ni les creo
ni les amo.
La estructura de este mundo
no es el nómeuno.
La dicha no está servida sobre ruedas.

Me pasa que no estoy
para dar migas al gato.
Y a los estados de vacío
que me tragan
los detesto.
(Yo creo que también son expresiones
de sustancia, necesaria energía)
y, sin embargo, gasto saliva en balde
porque dicen que miento.

Me pasa que soy el rompegalas
en estas adoraciones
del Sublime absoluto
y el sol recóndito
que no cabe en mis ojos
y no trago en la noche.

Voy muriendo a plazos,
y no rezo
(aunque tengo sed
del tiempo sustanciado)
y ganas de beber de alguna fuente.
Huyo del bozal que tira del asno
y del molino,
sin remediar dolor
ni causalizar la sed contínua
que yo siento.

Mi mundo teja abajo es lo que quiero,
seco y amargo mi mundo:
la masa de reposo, mi fuente,
nexos de gravedad, mi amparo,
campos de electrogénesis,
reserva de mi ira,
y la energía, que es medida
de mis físicos impulsos.

¡Que ni postre ni narices:
los dioses que se queden,
teja arriba
y que no me sofoquen
teja abajo!

08-11-1979

«Este poema me hizo apreciar a mi madre. ¿Es de ella, tu madre, de quién hablas? Te felicito por sugerir una nueva manera de pensar en Dios, un dios material, pero humano que podemos hallar en nosotros mismos. Eso también habla de tu sabiduría, de tu manera de describir una nueva serpiente»: Carmen Sánchez, Ohio, 12-03-00.

En los eventos causales
eres la pera que no se pide al olmo.
Niegas al taimado sus caprichos.
El honesto fuete te pervive.
Te han dicho débil y te han esclavizado
pero, saben todos que eres
el ibris,
la riqueza visible
y el gran salto
del dolor a la dicha,
de la fe a la creación concreta.

¿Ves por qué sólo a tí pido?
Sólo tú puedes ser diosa en los ríos,
náyade de los campos,
sólo tú, árbol de conocimiento
y real esperanza.

¡Tú desocultas lo que se esconde
en el azar y todo lo pones a raya!
Eres el ser extenso
más bello y luminoso;
eres niña y mujer y madre
y autora de los años y las sabias tormentas
¡por eso se te invoca como vírgen!
por ser tan poderosa,
bruja, salvaje,
independiente.

¡Ojalá pueda ser como tú,
extendido a los senderos
de todas tus memorias
y me entregues el fruto
de tu paz misteriosa
y muerda igual que tú
la infinita serpiente:
¡la sabiduría!

04-11-1983

«Tu poema sobre el regocijo, explicado como celularmente transmutado y reactivado por el sonido, los hertzios, es provocador. Congratulaciones»: Romerio, Stinkpot@dgx.com, 12-02-2001

«Me gustaría que hubiera un dios me defraudó un poco porque eres el único poeta ateo que conozco, bueno, que he leído. En tu carta me dijíste que te gusta Pessoa, pero él y tú son distintos; me parece que tú conoces más ciencia o te dedicas a ella. ¿Tu papá es/fue hacendado, agricultor?... ¿Eres darketo? ¿Eres tú el de la foto, el joven que se pinta los párpados de negro? En tu sección de textos numerados hay un señor de gafas oscuras: ¿cuál eres? Tú no eres labriego, ah... ¿Qué piensa tu hija Gabi de 14 años de tus loqueras? ¿Por qué ya no me escribes? ¿Porque soy más joven que tú? Eres un tonto si crees que me perviertes»: Gladys (Monterrey, NL, México), 03-01-2001.

El lienzo

Hay un velo o lienzo maravilloso.
Vibra con el sonido.
Tal parece que ondea como bandera
y amasa el pan con aire.
Por su causa
detecto a los amantes,
a los componentes individuales
de mi mundo.
El tímpano me da pluralidades.
Del lamento rescato los gemidos.
Del bullicio informativo
escarbo lo que quiero

y lo distingo.

Cada voz me entrega su pureza
individuada.

Desde todos los rincones
bajo el cielo lo que entra
en la pinna, tras el velo,
será mi sacerdocio: lo divido.
Lo consagro dentro del hueco
de mi shekinah vibratorio
y hago migas de pan a martillazos
sobre el altar de hueso
y es mi gloria del sendero de Incus
y la ventana oval al Infinito.


2-19-1981

«Carlos, yo te envié la dirección de una maestra que vive en Utah. No sé si le escribíste: elbar@uswest.net Esta es la maestra de San Sebastián»: gladysvictoria@aol.com (Gladys Victoria), 7/2/01, 6:44:52 PM Pacific Daylight Time

«Hola Carlos: Me estoy iniciando en esto del internet y... ¡Qué sorpresa encontrar tus páginas! Hace tanto tiempo que no sé de tí! Resido en Buffalo, New York, desde 1987. Desde entonces, de vez en cuando, me subo a la guagua aérea para ir al Pepino. Estoy retirado pero muy ocupado... Cuando no garabateo, hago santos de palo. Publiqué un poemario en '96. Edition Reichenberger, de Alemania se interesó en el manuscrito. Jaime Martínez Tolentino lo prologó (aún no sé como acentuar con IBM)... Me gustaría si tienes tiempo te comuniques. Te lo agradeceré mucho. Saludos cordiales»: Ramón M.,Kasselcam@aol.com, 14 de julio 2001, 22:55:58 EDT

«Invocación del amor es un gran poema, te felicito. Saludos desde Puerto Rico»: Vicente, vtaino97@caribe.net, Ponce, 12-5-2000

Salvamos el poema ahí-donde
el anzuelo homicida caza a los prosaicos
y pesca a los incrédulos.

Entre ellos y nosotros, la distancia crece
porque hay algunos que odian
la música, la brisa,
el viento, la caricia sonora
y no saben oír y no saben amar,
tiernamente tolerantes,
dulcemente caprichosos,
mucho menos,
verse en octavas de atracción
permanente y contínua.

Entre aquellos que susurran
con equívoca rivalidad
sus modelos mecánico-causales
está la varonía de los asténicos,
tróficas mentes, rostros que miran
con estériles ojos blancos,
cuerpos que se yerguen
con un negro óseo, sin vuelo,
bajo la nube y la viga pupilaria del gentío,
rivales con una sola voz
para decirlo todo.

Ellos gritan y crujen y gimen
(dizque por elucidaciones),
pero en su lugar construyen
su clínica epidemia
hecha de ciegas medidas.


2-8-1991

36.

Del cosmos tuyo, ajeno, me bajaron.
Me barrieron con escobas de tebincha.
Descendí con este corazón hílico
al fuete del imperio.
Ahora soy uno entre mis cuatro tribus
de moléculas.

Visto ante Tefenet con olor a alicanto.
Incienso mis hojas de verde clorofila.
Estoy en tierra.
Cada semilla es el ángel que fecundo
y como alheña me fatigo
entre cuantos aran y cavan
buscando el concreto amor,
trabajo y esperanza.
Con gentíos, el tejido de este canto
es suficientemente solidario.

La tierra en humedad me agrada.
¡El sol que trilla,
la lluvia que gorgorea en los valles,
con sudor de mi frente es mi reposo!

Donde el universo se volvió
espacio y tiempo, mañana en celo,
comienza el paraíso,
el que yo defino con estas manos
todavía salvajes, impuras,
evolucionarias.


El Paraíso del Espíritu Puro
es mi suicidio.

Aquí, con el algor del carborihidrato,
la flama azul del azufre es firmamento
y el azul más oscuro está en la mar.
Y en el azul más sutil, yo hallo
mi río de hidratos de carbono.
El almidón hierve en la hornilla
y antes estuvo en el molino
donde Ptah no tuvo arte ni parte
ni las aguas caóticas de Nun.

¡Pero qué feliz soy con el pan
y, destronado de ser puro, obrero
con los que aran y cavan,
lejos del cosmos tuyo!

9-5-1980

41.

¡Ay, si me quisiera
una fea como yo, la cacariza
idea del germen, la espiguilla,
una mujer que sangre lo que sangro.
Si llegara esa espina
lo mismo que el cuchillo
a la porción del nervio,
a la más blanda molleja

donde estoy hecho un higo
y bien burlado y triste y tonto.

Donde ninguno paga con sus buenas monedas
me doblaron con espuelas
que rehollan, pisoteantes.

A veces me apuñalan con palabras
y el místico mocuño de la trampa
me persigna.
Y con un sublime templo me encarcelan.

¡Ay, con la boca de un ángel,
me han mentido,
con el zarzo de los juncos
me han vestido de llaga, sin renuevo!
Y el látigo no cesa porque ella
no ha llegado para hablar a mi piel
de espina a espina, y sumirse
en la fosa, en el chiscón, amarme,
y sentirme desnudo, real,
como demonio!

¡Ay, si me quisiera la mujer
que vence a las muertes rutinarias
al matar al dios Don Nadie de los feos!
si trajera el poder de llevárselo todo
al acusador, al insensible,
al que burla, al que odia,
al que profesa lástimas
que no quiero;
¡ay, si llegara una vez
tan sólo y se asomara,
feo con fea, sin condiciones,
y al quererme se fundara la esperanza
que me falta para odiar
a mis hermanos tan bonitos
y tal vez quererlos!
¡Ay, si viniera!

1-1-1989

La casa / Libro


Jacinta

Dedicado a Jacinta Piñuela, de Orense, Galicia


Aquí puedes llegar, Jacinta,
el traspatio te espera.
El sendero sonríe.
Mi puerta se conmueve.
Mi escoba con ternura
a tu paso echa flores.
El sofá tira besos.
La cama conspira
y te recibe.

Abre mi nevera que la cocina te aguarda.
Llenemos una copa con escarcha del freezer.
¿Recuerdas? ¿cuando niñajos?
no teníamos cervezas
(por tanto, juguemos como antes
a raspar el hielo
y cubrir de tamarindo el agua congelada).
Ahora es diferente, Jacinta.
Nos sobran las mieles para el beso robado
y el raspado en el alma con botellas de vino.

Llenamos las botijas del deseo
con la piel más cómplice que en vela...
Nos comunicamos tan gratamente
como costillas golpeadas
por Dios hecho ternura y por el Diablo
traviezo, ardidos en pecado
por comernos a besos.

Por eso, visitante deliciosa,
acércate con tus clavos y martilla mi cruz:
mi boca ha de sangrar como Cristo que aprendió
a hacer parábolas con la mujer en ajetreo,
o sus intrigas y su dulce presencia
en hacendosa friega, por amor.

Seca la vajilla de tensión que te emociona.
Una toalla de mis ojos en la cocina se tiende
y te va alcanzar, no lo dudes, Jacinta.
Sudaremos por amor y nos secaremos
después de mirar, a párpados desnudos,
la humedad con que el placer devuelve
al fuego originario, su magma más caliente
y sus piedras irrefrenadamente lanzadas.

Entra a mi baño.
El espejo se aburre de verme
con mi barba a solas y tu carita
más suave que los pétalos será la novedad,
la nueva fiesta, la grata imagen
que se guarde, sin réplica imperiosa de rutina.

Empapa mi rostro con el jugo de cebollas
de tu tacto, ház mil tasajos con tus artes galaicas
de cocina; pero, el puerco no lo como, ya lo sabes,
yo prefiero al cordero, tan judaico,
y a tí, borrica femínea,
sobre el lecho sin contemplaciones.
El piso más limpio, el alimento más sabroso,
son tus labios.

Tu escobillón, que desempolva todo,
nunca más detergente que cuando me ensaliva
limpiadoramente la piel, tu boca ardiente;
el paño de tus muslos refriega a las paredes
(me reluce in profundis, por misa de tu higiene).
El tiempo de tu piel, agua caliente.

Regresa, Jacinta.
Esta es la casa que te pertenece.
Son tus objetos.
Tu presencia dió virtud
a cada puerta, a cada patio, a cada escondrijo.
Y la madera cruje, el hormigón se arma.
El mobilario te aclama y el amor, por ser tanto,
se escapa por ventanas, se refugia en las flores,
se trasiega entre bardillas, atajos y callejas,
y se regresa una y otra vez, creyendo
que hemos terminado, pero estamos en amor aún.
Y así será, siempre que me invadas
y me entregues tus diligentes cuidados
de jovenzuela enamorada, mujer,
amiga, amante.

Estos objetos ya son gritos de tu piel.
Nada me llama a la mesa, sin tí.
Toda olla tiene alguno de tus nombres.
Cada sartén me calienta al evocarte.
Cada cortina es un vestido que voy echar abajo
para entrar al misterio más bello y puro...
Por eso, tu cuerpo es más sabroso que la sal.
Más inmenso e incontable que las arenas
(deseado como playas del Caribe que es mío;
afortunado como ha sido arribar
a tierras de Orense, tu tierra
donde han formado su casa Los Piñuelas...)

Todo lo que has tocado
ha cobrado el encanto de tu mágica tibieza
y el peso existenciario de tu vida
se refugia, como gesto, que te copia
y crea curvaturas en mi espacio.

2.

Me gustas y mi casa te llama,
con el mismo pretexto, le gustas.
A primera vista, se tentaron mi corazón y el tuyo
y nos entró por los ojos el afán de ser ventanas
en la casa de nuestros propios cuerpos
y arroparnos bajo la imisma colcha
para explorar un mismo anhelo.

Jacinta, tu boca es agua de pozo.
Mi pozo te llama con nostalgia de tus manantiales.
De tus pechos, pende la tersura que yo anhelo,
frutas que tú provees, fascinaciones
que se materializan porque mi devoción te cita
y mi casa es el santuario que comparto contigo.

Toda tú me gustas. ¡Toda!
Eres la verdadera casa de mi casa.
El descanso verdadero de mi cama.
El verdadero ver de mis ojos
cuando estás en los pasillos.
La verdadera luz que se enciende
cuando busco, en vano, la sabiduría
desde esta urgencia de solidez
que nos da el cuerpo.

Lo que sostiene el abrazo
del cielo con la tierra
sí algo, divino es como mujer,
bello es como muslos suaves,
ojos grandes,
pelo largo, pechos de mujer,
boca de mujer,
iluminado es como el alcoiris que traes
formado de gestos, asombros, detalles,
risa, ingenio, ternura de mujer...

¿Cómo fue posible
que fabricaras mi casa verdadera
con la energía tan pura y elemental
que se expresa en el ser?
Bajo mi techo, cada cosa habla de tí, Jacinta,
y tan sólo por causa de tu feminidad...

*

La palabra amorosa

Ha sido una bendición que me quieras.
Había olvidado que nacemos
para alguna canción que vive cada vez menos oída.

¡Qué bien dices en qué consiste soñar
(si es que soñamos)
el completo sueño que escondemos!

¡Qué bien amas si cantas
(porque conmigo cantas
y cantando me amas)
con obsesión equivalente!

Habíamos olvidado
(si es que olvidamos por completo)
que la dulzura no es
un mensaje difuso de la cara,
oscura y temeraria duda ante lo incierto...
acaso si... risa fulgurante que sigue ahí
y enciende rostros al futuro
y todas las pasiones son visibles
(si es que todas sirven, turbias o felices,
como sean, para dar residuales luces
e ironías al pasado,
o al hoy, o a lo que venga...)

Ha sido una bendición
tu corazón que comprende,
sin ninguna obediencia,
si es posible que obedezcamos
sin premeditarlo,
por debilidad que no conviene,
por comportamiento diseñado,
que parece destino...

No, ya aprendimos,
por palabra de amor,
a optar y se nos pega la gana,
y somos desobedientes,
y lo que más conviene es sonreír
aunque nos duela la cara.

Había olvidado que hay
(y siempre hubo)
tantas fantasías.
Tus besos, por ejemplo,
que predican la realidad de los músculos,
la dulzura de las endorfinas,
y no mencionan que el amor existe,
pero está el viento de marzo
y su lluvia
y tu alfombra verde de prados
y tu piel suave,
más suave que el mundo,
menos esquiva que una idea...
y existes, haya palabra o no,
para identificarte,
y voy sensualmente por tu adjetivo
y tu verbo,
por tu cuerpo de onda,
por tu ser y sus partos...

En Tertulia de Mizar
(Núm. 683, 18 de julio del 2000)

*

La casa

No me quejo de la casa donde vivo.
Vulnerable es, como choza de yagua.
Y tiene añeja piel, zócalos grises.
Con el viento de tormentas en agosto,
tiembla, cruje, se resfría como yo,
padece soledades.

No. Si me quejara,
sus puertas tirarían de narices
mi corazón con que soñara
la fe de sus cimientos,
la intimidad de sus vestíbulos,
la altura y amplitud de sus recámaras
y sus salas con artesonados viejos,
tallados a mano con devoción mantuana.

Las calles aledañas cortan
el lenguaje vacío y rencilloso,
pero la casa y yo nos guardamos
en celo, uno a otro, pues queremos ser
baluartes de lo que en que un cálido balconzuelo
es el tefillim / mezuzah
que es poste mosaico, lo sagrado.

Mi casa funda la libertad
con las ventanas abiertas
y en el jardín hay alegrías que florecen;
pero sus paredes ya tienen agujeros
y un golpe de provocaciones
llovió sobre las puertas.
La cicatriz sigue abierta;
el hueso quebrantado.

No, si me quejara...
dejaría de amar a las hormigas
que se divierten sobre los pilares
y llevan sus cabecitas negras y nerviosas
a una antena que me sabe a nostalgia
de mi infancia y a mis juegos con ranas
que crearon cerca de mis pozos y escondites.
Una araña teje, tan alta bajo el techo
que jamás hallé un artificio de destierro...

Hay ratas peores, no me quejo.
Peores que las que chillan
en los sótanos de mi casa en estío
(las que ahora pernoctan sin permiso
y lamen los baúles donde están mis recuerdos).
Mis abuelos, mis antepasados y mi padre,
las llamaron caínes, ratas perseguidoras,
venenosas, falanges de la Guerra Civil,
ultraderechas que han mordido
a corazones, que han arrebatado y seducido
a mucho más que los bichos a viejas cartas,
fotos y libros, sentimientos.

Las polillas no se comen los huesos.
Los milicos sí; desaparecen sangrientamente
a las generaciones de hombres de cedro puro,
luchadores con huesos más nobles que los suyos.

*

No venderé mi casa

Hoy mis paredes son, en rigor, ruinas,
hacienda devaluada.
Ortigas, hórreos en musgo, patios
del abandono. Cubierta está la citanía
del templo que ésta fue, el castillo existencial
de sus vidas guardadas, mi tesoro.

Lo sé, objetivamente
y si me quejara
faltaría a la promesa que le hice:
¡llevarla conmigo a la aventura,
mimarla, restaurar su belleza
y su esplendor,
reabrir los expedientes que su pasión
levantó como pilares
y su orgullo, su líbido, sus gracias sutiles
que son el cimiento profundo.

*

La casa es una hembra

La casa es una hembra con amor,
social y humano, y tiene honra
en su piel de piedra, moralón y cedro.

Esta construcción está conmigo
y la quiero con celo. La añoro.
Son mis cuatro paredes favoritas,
el esqueleto de mi nostalgia humana
y, aunque mis palabras parezcan
vulgarmente exageradas
ya que no son juzgadas
como plausibles y objetivas
y no designo su costo de mercado,
diré que casa es mujer,
cuartel con buenos muros,
cocina y pozo del alma tan hambrienta,
sinceridad y gentileza de varones,
y no se vende como no se vende
a la madre y a la esposa,
ni a los hijos ni al amigo.

No hay precio que pague
o que explique lo que esa casa es
ni lo que ha sido.
No. Si la vendiera, conmigo
iría la queja y la maldición
y mi derrumbe.

11-09-1988

*

El malecón

El malecón es testigo.
Treparon por bejucales, las hormigas,
avanzaron como ortiga entre uverillos.
Y eran besos del musgo
por la espalda de mi casa.

Harían su historia, urgieron tiempo,
se inventaron horas y trucos
y abajo están todavía, porque me fui
sin bendecirlas con palabras,
sólo con vainilla
y nostalgia de mar que adoro.

¡Pobre de mi rata!
No pudo irse conmigo,
triste araña, que no baja de su tristeza
alta de exilio y escupido, telaraña!

Pobre viudas y negras sabandijas
que quedaron del sótano, prendadas,
en una vieja casa de La Habana.

05-01-2000

*

El fuego

No se define el fuego.
Su lengua verbaliza las llamas.
Como un poema en los ojos se quema.
Como un amor en el altar se consagra.
El fuego es el homenaje dispensado a las cuevas,
el hálito de aquel, que es el Gran Testigo.

No se define el fuego.
El ministro acude como luz y consuela.
El benoni, que en tristeza arde
su dolor cavernario, se bautiza
ígneamente y se alimenta.
La cueva es la casa para el fuego.
El fuego es la alabanza de la casa.

En los umbrales ctónicos de la noche
la luz escribe su fuego como rito.
Se recompensa al hombre como antorcha:
el Sephirot divino calurosamente se dispensa
y una estrella en los ojos humanos se define,
Cantan los pueblos porque el fuego existe
y no hay palabras, en tal canto,
sólo tambores y fogatas.

03-09-1990

*

El sótano y el exilio

Si el amor fuera recuerdo
(¡qué poco espacio en las valijas ocupas!)
te llevaría conmigo, sótano en pleno.
Mi padre dice que vamos hacia España
(y queda lejos), dice que regresaremos,
que no es pa' siempre.
De Basilea a La Habana había dicho
el Buen Otilio, que no somos suecos
carcamanes, como les habrían dicho.

No te digo que me gusta la idea,
ventanica, ni te digo adiós, pero sí...
por de pronto, tengo que irme y me voy,
con tristes ojos y labios y desaliento.
Elijo estos muñecos de goma
(son soldadicos verdes de los americanos)
y estas mariposas
y también un gusano de los feos
y el microscopio de Sbarbí, mi abuelito...
Algo es algo.
No sé si me los quiten,
no sé si me los llevo.

Mamá dijo:
el microscopio pesa mucho, no,
ni los gusanos, ¡no importa!
Es por tí que estoy triste...
¡Me están quitando la casa!
Me han dicho, ventana mía,
que no vuelva asomarme por tu cuerpo.
¡Que no te busque y que no te quiera,
sotanico oscuro!

*

Benavito está triste

Solo, entre la gente, está él
(aunque conoce las uvas del majuelo);
y triste ... pero los jilguerillos trinan
como siempre y las golondrinas
s e anidan en balcones
y él las mira
con la dulce piedad de la simbiosis.

A él esperaban muchos de los que sufren,
niños con trichulis y parásitos,
guajiritos con los ojos tan grandes
como sus barrigas,
mulatas que serán primerizas.
(Su clínica está llena de enfermos
y nadie le llama Simón
sino Viejo Santo y bendito).

Las sombras le acompañan, pero no le hablan.
La Habana de adoquines conoce su ternura;
sus amores admira; pero la calle es dura...
y es como cerviz de piedra,
muy pulida y jabata.
En la noche volverá a casa y estará solo.
La vejez está diciendo:
No sonrías.
Su boca ya no quiere tantas voces.
EL corazón multiplica más recuerdos
que paliques en guatequerías.

El hijo de su carne está en la guerra;
el hijo de su hermano, tan amado,
está en la noche, muerto.
Los nazis lo reventaron a balazos.

Mi abuelo Benavito ya no es pobre,
pero la riqueza de su casa tiene lágrimas
y el azar del capricho hila ironías
con lutos y premeditaciones.

¡Mirad qué solo está, abuelo solo,
porque Elohim se hizo para él
una simple palabra del Siddur!
La palabra sola y el solo Dios caminan
entre infieles e incrédulos,
entre saduceos como él, que antes litaba,
y se comía el libro de los píos.
Hoy no visita ni a los templos del consuelo.
Realenga está su alma, sin sábado de justo,
sin havdalah en el vino.

Bet ha tefillah fue asaltada
en la riña de estos años de guerra sucia
y de imperialismo.
Y el abuelo maldijo
y se mordió en su lástima
por no querer la lengua como llama
ni la Mano de Elohim como su amparo.
La soledad da coces al aguijón
y en el abuelo triste, viejo solo,
la historia pudo más
que el príncipe del sábado
y la reina Nashim, La Sueca, Cristina.

La abuelita Cristina,
dulce de alma.
a su sombra, permanece
y le seca sus lágrimas
y le oculta las suyas.

Con la pipa en los labios,
Simón está
y oculta que está solo, aunque hay gente
que lo llama a los partos,
y lo abrazan
y le besan el pecho,
porque es alto como una nube.

Triste se tiende sobre el lecho
al lado de la esposa.
Vehemente en dolor, en yugo primitivo,
su barba amanece, crecida en grises;
pero no piensa cortarla jamás.

Como al hijo del castigo, la soledad saluda a su mañana;
el sol de baronshin está en desobediencia:
el viejo está sin fe, por días y días.
Seco de labios, mustio,
aunque del vino rutinario
él probara su dulzura
y del secreto majuelo del ayer
bebiera dicha, aún no se seca la queja
... Se fue a la guerra
o el aviso del maskilim,
es por falta de ángel,
de dulce fantasía,
o vigor en la carne.

La soledad te vencerá
poco a poco, le dijeron,
hasta la muerte, pero la gente ¡qué sabe!
El se sostiene activo y, en privado,
La Abuela con los suyos consolidan su mundo:
«¡Te amamos, Benavito! ¡No llores!»

06-06-1980

*

¡Lourdes, nos besamos!

¡Lourdes, nos besamos!
¡Nos tocamos el sexo,
nos acariciamos
como dos niños
con culpa y con delicia!
Como perros, inconscientes,
nos quisimos,
como ocultos amantes callejeros,
accedimos a ser cómplices, callados.

Yo aprendí por tí
lo blando de la carne y de los días,
y el amor que viene con el miedo,
y lo suave de tus nalgas tibias
y el incipiente chocho tan peludo
y la paciencia de besar tus pechos
y la urgencia de palparte toda.

Ahora, ¿quién me quitará la ensoñación
del nuevo encuentro con tu carne?
¿ y tu recuerdo?
¡Nadie!

¡Has profanado
mi inocencia con delicia,
y no soy el primero.
pero peor que todos,
ligo tus muslos abiertos cada hora
porque estoy seducido
y tan contento y triste y sigiloso!
Aún no sé proclamar por siempre
que te quiero...

07-05-1976

*

Las manos de mi abuela

Cinco senderos son, sus dedos
ricamente teñidos de pasado;
otros cinco, hábiles comunicantes de futuro.

A su epidermis se añaden:
el cielo de las uñas con su color
de pétalos rosados e insinuante red
de venas azulosas, el verde imperceptible,
esperanza tejiéndose en lo oculto,
utópicamente vital, señera, como imperio.

Sus dedos largos, tan finos, son el rastro
de edades, con muchos alcoiris;
y el terso corazón, como labios melodiosos.
Ella es una piedra que juega con los lirios.

Desplaza sus manos suavemente
como si fueran ramas
lentamente acariciadas por el viento.
Ella se sabe un árbol, o una hidríade...
(aún es graciosa cuando atrapa
la pureza de las cosas y se rebela
contra el estío del mundo).

Los nudillos, cinco besos,
y las yemas de sus dedos,
mapas, geografías, viajes trazados
en la carne y ha buscado horizontes
(donde abunda más el amor que las cosas).

Yo no creo que su cara tenga arrugas,
sino pecas, besos de mariposas,
revuelo de muchos gestos que visitan
su rostro y escriben en la piel su amor
y la llenan de alcoiris y relámpagos.

*

Mi abuela y yo

Ahora adivina que vengo con sigilo.
Jugaba yo, nutrido de sol y campo
(y perseguí trinares, me sedujeron
las pequeñas aves, los pájaros).

¡Qué dulcemente me llamó con el trajín
que agita con su mano, quieta hasta entonces!
La distingo y ha de ser
como una paloma
de cinco alas.
Querrá jugar conmigo.

Descubrí la mansa tibieza
de sus dedos blancos, sedosos,
y cuando aprieta los dedos que son mío
la vida se acumula en mí,
como si fuese ella una pila
que suma sus años y mis años
y descarga su corriente de energía.

Mi abuela me define lo eterno
con sus manos y es lo que necesito,
sus manos que escarban mis asuetos.
Su amor que energiza mi alegría.

*

El sótano

Si no me vuelves a ver,
ventana mía, ojo con mis peligros,
no digas, con enojo, que te dejo...
Ni que soy ingrato,
ni que no te quiero.

De los muros, tu balconcillo de rejas
y antepecho ha sido más que amigo.
El encuentro desafió mi estatura
¡pero, tercamente, a tu espacio he volado!
Sin las pupilas mías entre tus marcos
de opalisandro y caobo oscuro,
la mar Caribe no daría sus saltos de olas,
su rumor de playas.

El Malecón sería vacío nominalismo,
paisaje extraño, costas de espumas
que jamás habría visto...

Sin tí, los camiones cañeros no vendrían
a La Habana; pero, ventanica,
mirad que llegan al tino
y estamos en plena zafra.
Por tu ventana lo espío.

Eres la cita de mis fugas, chiscón
de mis juegos solitarios.
Recuerda al niño que te ama
porque ya estás viejo, oscuro, polvoriento,
sotanico, aunque seas el más inmenso
resguardo de la casa y yo tu frágil compañía.

El tercer piso es el mío,
donde tengo mi cama;
pero yo me fascino con tu almacén, La Bodega,
con su humedad de cova, el techo alto
con arañas y ratas, con fantasmas de hilo,
abandono, barriles, maquinarias, baúles...

Muchos juguetes tengo por tu causa.
Me gustan más los que son de fierro
y el embeleco que con ellos invento...
Mamá dijo que no llevaré al partir,
nada de tantos acumulos,
tu mundillo de memorias, a oscuras,
utensilios zarrientos.

*

La palabra más sutil

La palabra más sutil puede ser una daga
y un silencio, tedio y suplicio.
Los solos ni a decir hola se atreven.
Los tristes beben cicuta y danzan con el viento.
Los nobles, los alegres, se evaden
en presencia de esta angustia, la palabra
sutilmente homicida, filero verbal
de canallada.

Aquí, en este lenguaje
de sospechoso inocuidad,
una flor es blasfemia,
cada rama se conforma con espinas.
Y la palabra dulce es extravío
y la gentileza se encara
con trámite de duelo.

Por eso voy a tan solo
y cumplo mi rutina y a veces
lloro con las horas en medio del barullo.
Y estoy en la colilla de un cigarro
y, de repente, me encuentro
con mi canto.

15-01-1978

Las prostitutas

a Rocío
Cuando saltas delante de mis ojos,
cuando irrumpes, ente manifiesto,
y das en las pupilas,
eres un golpe de la brisa con aroma
y una mariposa y una noche y me encantas.
Por lo general, evocas el perfume
y la tibia forma del muslo y la armazón de huesos
relajados y fluídos. Tu estómago
cubrirá mi piel como arcilla que se lava
en barranqueras, o cascada que baña
dulcemente, aunque huelas a yagrumo
a mis espaldas
y te pierdas como gacela, apurada
por tu rumbo de malezas o escondrijos.

No me gustas por eso
porque te vas y tu encuentro es más breve
que el silencio y menos duradero que la aurora.

... pero me gustas, zorra,
porque conservas la astucia de vulpeja
y husmeas la madriguera de la calle
en la ciudad mundana y en la plaza
del cuidado circunspecto, te temporas.

Te surtes con vestidos de lujo
y de marrana, si te place.
Te engalanas, asqueada
o cómplice, del orgasmo ajeno.
Te obsequias provocante y provocada.
Azuzas con lockeano sensualismo,
te enciendes como motor de sexo, talonera.

¿Pero dónde, mujer, serás tú más amada?
Me gustas, nulípara, y no quiero pagarte
porque en tí está escondido todo lo que quiero
primariamente mío, hormonalmente santo,
tus críos con su lenguaje puro
a menos que los vendas,
lo mismo que a tu cuerpo.

Te hallaré como el zorro
que no vende ni compra su presa, la persigue.
Se cerciora si conservas o escindes
tu luz de fe y malicia, tu fuego amor e instinto,
tu pez ígneo de lealtad
en los montes sagrados de los días.

No vayas por fuego fatuo y por ventaja
a los ojos de salvaje, que él no paga;
él muerde, acosa, organiza, desespera, se angustia
y en su mundo no existen las monedas
ni el fascinum ni es el escarnio;
no pagará las deudas no debidas
ni fundamentadas,
menos al nacón de las monedas.

Como el salvaje, satisfecho del rito
pezuñas clavadas por astucia y por deseo,
soy el preguntante del te quiero.

Que la necesidad carece de ley,
pues me gustas por necesidad y por ella,
desde ella, contra tí y tus pareceres,
voy a zorrearte con colmillos debajo de tu ombligo,
venceré la urdimbrada de tus noches.
Con hocico agudo lameré de tus tetas.
Donde tengas un corral, destenderé
tu cama, rasgaré tus máscaras,
por olor puro de tu aliento,
por sudor sagrado
de tu sangre, vulpeja.

Que la necesidad tiene cara de hereje.
Que huirás de mí, que no querrás aullido
entre los pobres, alarido en soledad
de madriguera, ¡pues, pobre de tí
y tu oropel y tus tesoros de recompensa
en numerata pecunia!
vanas cosas son
si un salvaje te descubre,
que no sea yo,
que voy a preguntarte si me quieres,
que voy a subirme a tus muslos
y tus nalgas hasta que pierdas
el cobre y te delates
salvaje o malnacida
del estero
y el pantano.

13-04-1975

*

Kaddish / In Memoriam

(Para repetir durante los Siete Días del Shivah)
A Víctor López (1919-1995)


Aquí estás aparentemente muerto, padre mío,
y yo que te amé, separado de tí,
también estoy tendido desde el alma
y recito mi trozo de alabanza
por tu honorable vida y tus ojos ciegos.

¡No es fácil escribir sobre hombres tan llenos
de silencio, tragados por las madreperlas,
sin la predecible sensiblería de los truhanes!
¡Fuíste tan fuerte, haz por haz,
conspirador velado en las costumbres,
pero tierno como los niños lujuriosos
y traviesos, tus alumnos sedientos de secretos!

¿Cómo fue tu vida de soldado?
¿Cuántas mujeres
tuvo tu uniforme de huesos grises,
tu guapura y tu estampa,
tu donaire de poeta caribeño?

Recuerdo tus muchos libros,
tus medallas, tus diplomas de hombre brillante,
tus monedas, tus piezas de recuerdos,
tus viajes a países extraños
y tus múltiples gabardinas y cobatas y trajes
y tus vivas a la independencia y al albizuísmo,
al Fidel de los '60s, a la ciencia soviética,
a la España democrática, sin Franco...

¿Cómo fue que llegaste a los campos,
a la jaragua,
para robar la Luna en Mirabales
y cazar liebres con los Luiggi,
o despasearte por la Loma de Elizalde,
cómo descubríste el Charco del Peñón
y el Salto de Collazo?

Amaste la aviación, piloto de fantasías,
y a los héroes de la Sierra Maestra
y amaste a diez piedras de tu sangre
y a tus nietas y tu casa
y tu Yuya, nueva Eva.

Al final, amaste la fe con ojos ciegos
y la tristeza de perder la mitad más querida
de tu cuerpo para ganar la mitad
más gloriosa de tu alma...

¡Qué irónica plenitud el amor tiene!
Hasta los poderosos como Nimrod
caen quebrantados y se los traga Seol
para llenarlos de vida.

2.

Lev yodea marat nefsho


Aquí recuerdo tu corazón
cuando aceito esta piedra con espíritu
y la guardo en la morada clara, sin espiguillos,
para que no se hurte tu cuerpo por salteadores.
Consagro para tu tumba,
el limpio tabernáculo
para que el sol en directo queme
el plexo de tu pecho.

Ya que el corazón es nuestra roca,
que sea tu propia piedra
la que consuele tus angustias.
Sobre tu cabecera la puse
porque ya estás muerto
y se te llama a secarte
como la vid en la inopia.

¡Ya para nada sirve tu esqueleto
ni en nuestra memoria viva!
De otro modo, colocaría esta piedra
sobre tus pies, con orden
... patead, dad coces.

Pero el corazón sabe más
que el calcañar y las rodillas
y ahora vives para volar
en las sospechas de lo inefable
como el piloto, el guerrero, el navegante
en otra barca de la vida...
Creed en aras de conocer,
no esperéis la verificación a priori,
crede quiad absurdum,
crede, ut intelleges, viejo ateo.

Ahora que penetras en la realidad de la muerte,
yo aceito la piedra de tu cabecera
y te encarezco que despiertes
en la pulpa cuántica,
con ondas de contínuo movimiento
ante el gran Testigo de la Constancia de la Luz.

27-04-1995

*

Para hallarte

También aprendí a oirte.
Como onda me trasciendo en el aire.
Presto mi ser a la palabra
que se esconde.
Sin existencia no hay ser
y quiero serte.

Si sobra ente,
por mismidad me voy de la mejana,
con el mal de tierra
y la nostalgia que se angustia
y busco tus ecos.
Lamo en tí el musgo.

Hombre extendido
en tu acaecer, descubro y domino
el temple que el mundo te infunde,
tu arrojo de veloz objeto
del movimiento surgido como bala.

Si lejos del blanco te dispersas
que mi ser sea tu ser-acompañante
e iré contigo, insistiré en buscarte.

11-09-1981

*

A mi padre


Toma muchos años para que seas visible
No se adivina tan fácilmente
que eres centro mismo y horizonte
donde mi vista circula, te busca
inocentemente inútil y, sin tuteo,
se pierde, Lindo Tito.

Hay cierta hosquedad cuando estás cercano,
pero alegría permanente también
por tu ronda solícita si alcanzo, empero,
tu distancia sabia.

Dialogas con trámite de esposo y de padre.

Por eso no concibo nuestra casa, sin tí,
usted que es incomprensiblemente cotidiano,
aunque no esté presente ni se agote con mimos.

Cuando cada sorpresa se concreta
y cada promesa se cumple, te veo
y sé que has aportado el vigor que la origina.
Te hicíste amado, imprescindible,
aunque no lo supe con todos los detalles.
Escondíste el desvelo que lo explica.
Cuesta tener la llama viva
y la lealtad triunfante
y la frente sudosa de trabajo.

___

Indice / Zonas del Carácter / Sopanda / El comercio y la industria en Pepino, 1776-1970 . Cartas al Web sobre San Sebastián / Los Segarra y los López de Victoria / Literatos de San Sebastián

Friday, July 3, 2009

Indice / Canto al hermetismo / Carlos López Dzur





Libro de poemas de
Carlos Lopez Dzur


Canto al hermetismo

Contenido / Indice



Preámbulo

Prerrequisitos

Han plasmado a Don Nadie

El estado veedor

La opinión infestada

Los nihilistas



Parte I: Communis opinio

Porque no admiten lo que piensas

Pregunta a la communis opinio

Los cuartos oscuros

¿De qué están hablando?

Esto se ha vuelto intolerable?

Esto se llama Londres



Parte II: El ciego

El ciego

A merced de los artificios

En realidad, era La Voz

El Ciego salió de las penumbras

Estoy buscando un parlamento bueno

El que me acompañará

El verbalismo de la vanidad

Te voy a dar mi nombre, Matoaka

Una zapatilla de cristal

Los examinadores

El Templo de la Libertad

El forastero menospreciado

¿Quién me lavará los pies si ando extenuado?

La misión

Visión renovada

Negligencia del hombte común

La ignorancia racional

La bruja o la vampira pálida

La consoladora oportunista

Los buitres majaderos

La clientela esotérica

El hada del Norte



Parte III: Las ideologías subjetivistas


El hada de la fantasía

Las hadas ideológicas

El rostro envilecido de la Mayoría

Viudas y herederas

Los ilustres embusteros

El templo patético

Dicen que no soy mágica en verdad

La que no quiere el pesimismo

La madrastra

El Hada de lo Noético

El Ciego ante las consoladoras

La emisaria del karma

Te recuerdo, Karma

De los odios pasados

La madrastra y el niño



Parte IV: La sandalia

La Voz que se fue

La Voz se apagó en el Sur

Y haces falta

Lamento de un gobernante ante una sandalia

Nostalgia por el viejo Ciego

Rastreo del Ciego y la Enamorada

Ella estuvo aquí

Lo que haría por tí

Sin ella todo es impuro

La nación soñada

Ella no será una parte del rebaño

Perversidad de las madrastras

Conversación con Jefferson Davis

Ahorcaron a Bridget Bishop

Las sordas penumbras del hermetismo

Dílo claro

¿Para qué sirve un ciego?

Parte V: La búsqueda patria

Los persuasores

Los liberadores

Los domesticadores

Lo indispensable para el futuro

No la verá sino quien ya la vio

El sostén

Los fatalistas

Es una revelación interior

El pájaro de mal agüero

El pretendiente

La acusadora envidiosa

La búsqueda que sea cautelosa

Las oportunistas

La avispa social

Cómo comunicar el placer y el dolor

Los sofistas mortificadores

Manifiesto cínico sofista de los dominadores

Para que hables inglés y tengas derecho al voto

Tú sólo viste tu ego


Parte VI: Interrogatorio del Ciego


Todo un señor Presidente

Con el respeto que usted se merece

Los expertos en pasos ajenos

Informe de la CIA

Los peores herméticos gubernamentales

Los sofistas del Estado

Enseñanzas del Papa Loco

Para que seas un buen militar

El Papa es un sofista declarado

El arresto del Ciego

Consejo del Ciego a JFK

El Ciego no es un desamparado

La sobrina del Ciego

Los poderes interventores

Don Nadie es un difamador

Norteños y sureños son igual de criminales

La pregunta del millón de dólares

Me confunden con otro pendejo

Yo soy un buen maldecidor

Discierne entre lo real y mentiroso

El Poderoso y el Ciego

Hablemos de tú a tú

Invitación al hombre humilde

Te hablaré en torno a Ella

Sé de quien habla usted


Parte VII: La Cenicienta

Cómo ofrecer villas y castillas

La Gran Noche

El Hada y la Cenicienta

La Madrina y las harpías

Ella es la esencia de la Unidad Suprema

Pero no la conocía ninguno

Estuvo allí

Si fuera Ella

Una Primera Dama

«No es ésto lo que quise»

Para ser Primera Dama

El trabajo

No cuenten conmigo

Los explotadores

Parte VIII: Los poderes interventores


El observador cauteloso

No encubras el poder ilícito

Parasitismo de las Tres Hermanas

La Causa Perdida

La Guerra Fría

Los hipócritas

Los chupasangres

La Casa en el Espejo

Custodios del Secreto

Protecciones que no llegan jamás

Jasón y los amuletos

Las parteras necesarias

Consuelos del Ciego

Los divisionistas

El ciudadano mutante

Si te hallara en mi beso

Algo ante lo que Ella difiere

El poder burgués

El Ciego no me cree

Los sitiadores

Los alacranes

La ilusoria Seguridad Mundial


___


Canto al hermetismo / Preámbulo / Canto al hermetismo / 1 / Cantos al hermetismo / 2 / Canto al hermetismo / 3 / Canto / 4 / Canto al hermetismo / 5 / Canto al hermetismo / 6 /