a Moisés, «salvado de las aguas»
Siempre, aunque lo callé, supe
que una mentira flotó, que me largó de cierta tierra
que contuvo raíz y no era exilio y su amor
me pertenecía, me separó porque se inventaría
el espejo donde mi imagen no se toca
con el amor anhelado ni por quienes desean hacerlo.
Se interpuso un dualismo y yo lo siento
como distancia, como empujón brusco
que me puso en otro lado, al fondo de la fila,
en la hilera de quienes aparentemente
llegaron tarde, no sienten las premuras
por apáticos sociales, mediocres, inhábiles,
rivales de la sed de los curiosos
y el reino de los buscadores.
Todo el insulto del primero
hasta el penúltimo en la cola es para uno.
Así se funda el distanciamiento,
la alienación, este efecto desfamiliarizante.
Sospechan que uno no es de ese grupo
al que llegó. Y la historia es simple
tarde o temprano se sabe y te puyan con lanzas.
Agarraron una cesta de mimbre.
Te echaron a un río como si éste fuese
al estercolero que va hasta la muerte
y a ver qué sucede contigo.
Entonces, se juntan en corrillo a especular
en torno a lo que se esparce, rumores
de vida de un bebé hacia el río.
Que ya has muerto. Que tu madre confesó
su delito, que no mataría lo que parió
en la noche...pero te mató, que en el fondo te quería,
pero te mató, que buscó una o más alternativas
donde no parecía que había ninguna,
pero te mató, que malrayo parta a las matricidas,
que son madre de todos los efectos alienantes,
que ella te mató, y mira: ahora por qué
eres el último en la fila,
con miedo de hablar porque te sale
los nervios del dolor, te arrancaron
de un espejo y estás adeudado con lengua
que calla, tartamudeante, opaco y distante
ante el lugar que era tuyo, el más íntimo,
el más familiar, el que nunca te habría dicho
(por sólo ser judezno) que eres bastardo,
tu vida, error y accidente, casuística de azar.
A la cola, entonces, Moisés: al último recurso
para darte presencia
ya que no puedes ser ek primero
en un lugar ajeno que no es tuyo,
porque ella te mató...
... Y no spo cómo reunió las fuerzas,
él, Moisés el desfamiliarizado,
sangre judía de esclavos, él,
el cruzador de río, desperdicio navegante
tapado en la cesta de naufragio,
él reunió las fuerzas y avanzó a desmentirlos,
cansado de oír, ella lo mató...
No. No. No mató a nadie.
Está vivo. «Yo estoy vivo»..
Está en la ignota sombra del rincón
pero está vivo, carajo, nadie lo mató
si otrara le subieron a una cesta salvadora
y lo cubrieron con un paño de cotín
embadurnada de brea y barro
para que no sienta frío.
Y se fue y se puso en el primer lugar
de la fila y dio el discurso de su salvación.
2.
Oh, gente en fila, largamente suplicando algo,
yo soy el salvado de las aguas.
y ha de ser mi madre Iojebed
y mi padre un levita hebreo Amram,
al que tambié apodan Iekutiel
y él mantuvo escondido durante tres meses.
Me dieron tres meses de amor,
ahora lo sé,
no me ha matado nadie.
Si mi madre me hubiera dado a los soldados,
sí me habría matado y no sería mi nombre
«salvado de las aguas».
Gracias daré a Batía, hija del faraón.
Ella me halló en una canasta a la deriva
en el Nilo; allá me crió como suyo,
mamá, gracias, mamá Baría...
visitaré otra madre, profunda,
saldré del espejo, pero te quiero Batía.
Batía no sabe que su padre me sacó de mí,
me puso en laberinto, desfiguró
mi vida, me hizo un espejismo
de la muerte. El es quien manda a matar
a los judíos; él es quien del Nilo fluyente
forma un estercolero hacia la muerte.
Pero voy a dar gracias a su hija
y saldré de Egipto, con ustedes, sí,
con todos los que está en esta fila
para que le quiten un grillete o le pongan otro
porque son siervos en espera, en sóplica,
en paciencia, en esta anonimia
del dime y el direte, acusando a quien no saben.
No me mató nadie. Estoy vivo
y mi madre me dio de sus pechos tres meses
y me escondió de los infanticidas
y me metió en una canasta
cubriéndome con un paño de cotín
embadurnada con brea y barro
para que no sienta frío.
Del libro inédito Teth, mi serpiente
[* Vermfrendungseffekt: el más recurso ideado en el Teatro de Brecht. El término alemán significa «efecto alineación»].
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