«Nihilista es un hombre que no acata ninguna autoridad, que pone en duda y no acepta ningún principio de fe, por muy respetable que sea»: Turgunev
«Yo soy el espíritu que siempre niega, y con razón, pues todo cuanto tiene principio merece ser aniquilado, y por lo mismo, mejor fuera que nada viniese a la existencia»: Mefistófeles, en Fausto, Goethe
Desde una cárcel en la islita de Vieques, Don Genaro se ha apurado a recoger unos recuerdos, llevándolos a tinta, con una pluma que casi siempre está seca. Ahora es un preso común y, teniendo un quinqué por lumbre, en calabozo cuando no hay ni quien lo vigile, más es lo que medita que lo que puede escribir. Antes fue Escribano Real, le sobraba para tinta y pergaminos. Además, entonces, tenía muchos amigos, con los que podía lamentarse y echar puyas contra la misma reina Isabel II, a la que gusta llamarla Gorda Estúpida y, con amigos de la Milicia del Pepino, vociferaba que los grandes Generalazos de Madrid y otros puntos de España (más refiriéndose a Narváez, Espartero y O'Donnel), son recua despreciable de incompetentes, «seres antiheroicos» que adormecen a la nación en el Antiguo Régimen cuando el mundo se mueve hacia un modelo liberal. «Llegamos al último tercio del siglo XIX como los güevos del perro: atrás y como el culo, bajo el rabo».
«Sí. Es indecoroso, o vamos... incomprensible, que un hombre culto como Genaro Eleuterio se explaque con ese coraje», dice todavía Luis Chiesa, el ex-Alcalde que lo exilió a Vieques. Ha dicho, en varias oportunidades, que Don Genero es un nihilista y que lo tiene entre ojos.
«¿Qué nihilista ni qué ocho cuartos? Sé que es la palabra de moda en el vocabulario político de los Zares, pero no me aplique esos lexis, o discursos... yo sí le voy a dar los nombres de los nihilistas de Pepino... que no son muy distintos a los que sé de España»... sí, él daba nombres y habría jurado que, como él, pensaba Cebollero e Ibarra, sus amigos del Cuartel de Milicias.
«Nunca me gustó que hablara así sobre la Reina», le dice ahora a uno de ellos, sargento que se rajó de dar apoyo al Grito. «Es cierto que ella no tuvo dotes para el gobierno y era tonteja, siempre presionada por la Corte y los generales, pero ella da nos el trabajo... con la Regencia de María Cristina fue peor y entre los generales había rencillas y una guerra civil... todo fue mal desde que murió Fernando VII y Cea Bermúdez quedó como primer Presidente del Consejo de Ministros», recuerda en cambio que dijo a don Genaro.
«¡Por mil demonios, Chiesa! Cea Bermúdez y Fernando, el difunto, fueron el mismo tipo de escoria: absolutismo. Martínez de la Rosa fue quien abrió un poquito de luz, poquita luz en aquellos caminos tenebrosos de la ingobernabilidad dentro de la tiranía... Entiende, Chiesa, la verdadera luz la dio la Constitución de Cádiz, no esa vana bicoca del Estatuto Real de 1834... ¿Acaso no te gustaría que haya partidos políticos en España y que se extienda acá, a Puerto Rico?... Y paz, si acaso me insinúas que son los liberales quienes traen sublevaciones, si paz es paz... la trajo Álvarez Mendizábal».
Así hablaría don Genaro, antes que creyera que a Chiesa lo iba corrigiendo para el día en que se diera el cambio. Tenía fe en el Dr. Ramon Betances y en un par gentes poderosas en el Pueblo de Pepino y Lares y hasta pensó que Eusebio Ibarra y Manuel Cebollero, eran de éstos. Bravos contactos en la Milicia de la Junta Secreta El Porvenir...
Dándoselas de educador bona fide, Don Genaro los tomaba como oyentes y cómplices, mas eran veletas. Humos. Vientos arreciados en aras de choteo. Ellos, dos militares que apoyarían lo que él soñaba y sabía, por sus vías, que podría ocurrir en España ahora que Serrano, Prim, Pi y Margall, movían algo de hilos del liberalismo español...
Han sido listo los milicos locales. Por eso escribirá con tristeza que de héroes románticos pasaron a antihéroes. Sin embargo, en privado, ellos dos, Ibarra y Cebollero, lo azuzaban. «Díme, Genaro, cómo se mueve la política en España y que puede que pase en Puerto Rico». A fin de educarles, Genaro les habló sobre la crisis internacional que se observara en Europa, la Caída de Narváez, primer Duque de Valencia y ministro español y los sucesos de la Noche de San Daniel, y educaba en faenas, asuetos de aburrimientos, a este alcaldillo mediocre, sucesor de Joaquín Martorell.
Eran los días en que, por temor a alzamientos, la reina Isabel II de Borbón preparaba su exilio y el mediocre de Narváez apretaba las nalgas. Amadeo de Saboya husmeaba, desde mucho antes. El exgobernador Prim i Prat quería protagonismo; pero leer de estos laberintos las palabras escritas con hilos de plata era tarea de iniciados. Don Genaro Eleuterio López era uno de los pocos que sabía hacerlo y dizque, entre novelitas por entrega, desde España, le venían escondidas mensajes que eran sus prendas de gramática parda.
«Lo que ocurre en España en esta década de 1860 es lo mismo que ocurre en Rusia... Allá es contra el absolutismo zarista que se opone resistencia y la guerra se materializa con el terrorismo. En España el terror es canalizado con la acción de los generales. Vea la llamada Noche de San Daniel... Allá, en Rusia, la gente sufre y permanece en la miseria y la ignorancia. Con España ocurre igual; pero, de las arcas pública se derrocha el dinero para combatir en Trafalgar, Chile y Perú, o en hacer un ferrocarril desde Madrid al Irún, o seguir en los banquetes y la cortesanía paraisitaria... y hay crisis de liquidez en el mundo. Y el asunto es que en España, hasta el obrero católico, defiende la riqueza a la Iglesia y, peor cuento... al mejor de los economistas que fue don Alvarez Mendízabal, lo vituperan. Lo sacan del camino y todo cuanto propuso, con la alianza de José María Calatrava, con sus muchas conciliaciones necesarias, lo van tirando al olvido.... y mire usted ahora la resultante crisis, decenio tras decenio. Ni se han cumplido y sustentado las reformas económicas en el ejército español ni en la hacienda pública ni se prosiguió la desamortización de los bienes de la Iglesia católica. El fin del desconteto entre partidarios liberales ni conservadores persiste y es gran parte por la culpa de esa tonteja gordiflona...»
«¡Alabado sea el Señor! que no se te quema la lengua, Escribamo. Con razón, Francisquito Lugo y Pablo de Rivera me dice que eres un nihilista, que no tienes fe ni acatas autoridad alguna... Que eres como el renegado Salec, descrito por Cervantes en La gran sultana...»
«No, Chiesa, no. Estoy diciendo que hay que abrir paso al progreso y la democracia. Que esta obediencia isabelina, en España, ya no tiene sentido. Y es la causa de la violencia. Ella terca haciendo mollero con Ley Sálica... La Noche de San Daniel no tiene sentido. Isabel II como pretexto y marioneta de los generales no es útil. España requiere un sistema de parrtidos y un pueblo con derecho universal al voto... ¿Cuántos decenios, ya idos Alvarez Mendízabal y Calatrava, necesitaremos antes que estalle la próxima guerra? ¿Es mucho que estos dos jóvenes uniformados se instruyan sobre la política? ... porque puede que sean Prim, Serrano y Topete, los que vengan mañana y sustituyan a los enviados por la follona estúpida que ni pinta ni raspa!»
Y siendo que Don Genaro se aprovechaba de su vejez y su sapiencia, para no respetar con sus palabras a la hija de Don Fernando VII y María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Don Luis le preguntó si es acaso partidario de Carlos María, cuñado de la reina y enemigo de sus causas.
«No, Chiesa, no».
Juró que todo lo origine una tercera guerra carlista y alzamentos campesinos (como los dos originan con sus tercas propuestas) merece su repudio. «Ni con Isabel ni con Carlos. Ni isabelinos ni carlistas. Me repugnó el Alzamiento en San Carlos de la Rápita y la Sublevación campesina de Loja, aunque sí entiendo más al veterinario Rafael Pérez y su movimiento en defensa de la tierra y el trabajo y es que los carlistas y la Reina Boba están llamando a la Muerte con sus voces y, nosotros en las antillas, cruzados de brazos...»
Y Luis Chiesa, perdido el temple, exclamó al fin: «¿Y qué quiere que hagamos si Isabel es quien manda y si no mandara ella, ¿quién si no Carlos?»
«Pues te diré: Existe un principio de soberanía popular. Que el pueblo mande y con su voto elija... Si quieres, inventa un pueblo para una Reina Boba. A éste no lo llames Fuente Ovejuna, ni tampoco El Pepino... aunque sí, hay de esos especímenes que llamaste los nihilistas. Mas yo no soy uno de los que mencionara Francisco Lugo y Pablo de Rivera... esos nihilistas ya no son los mismos que confiaban en el positivismo de la ciencia, venga su altruísmo comteano de Francia o Inglaterra. Ya ni siquiera están encorajinados, con el liberalismo intelectualista. Ya nada de nada bueno... y es por eso que estoy triste. No son héroes románticos que van en apoyo del pueblo y hacen suya su causa... Ahora no van a ninguna parte. Van al Casino, a los gallos, a jugar baraja. Van a las casas de jíbaro jincho, a seducir arrimadas... Son fríos cínicos. Deciden voluntariamente el fracaso de sus vidas y sus pueblos. No creen sino en velar güiras. Sus discursos son perversos, sin melancolía, antiheroicos, criminales incluso... Están allí, donde hay un chorrito de licor y barajas y se reúne una juventud incrédula y descorazonada, con Vasallo y Martorell a la cabeza... ya no creen en nada. Se van a poner a aplaudir lo que se cueza en España y la desangre mucho más. Cuando eso suceda van a decir, que se joda, que se joda todo. Que se joda...»
De El Pueblo en Sombras / Carlos Lopez Dzur
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NOTA: Tras la secuela de Revolución de Septiembre de 1868 y el Pronunciamiento de Prim, Serrano y Topete, se origin efectivamente el exilio de Isabel II y una rebelin en Pepino y Lares. Reprimida, el Escribano Don Genaro Eleuterio Lopez es deportado a Vieques y se hizo obvia la traicion de los dos militares en que confiara, Ibarra y Cebollero
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Bitácora personal / He visto a los ángeles / No te llamaré Tiniebla / ArgenPress Cultural / Sequoyah Virtual
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«Sí. Es indecoroso, o vamos... incomprensible, que un hombre culto como Genaro Eleuterio se explaque con ese coraje», dice todavía Luis Chiesa, el ex-Alcalde que lo exilió a Vieques. Ha dicho, en varias oportunidades, que Don Genero es un nihilista y que lo tiene entre ojos.
«¿Qué nihilista ni qué ocho cuartos? Sé que es la palabra de moda en el vocabulario político de los Zares, pero no me aplique esos lexis, o discursos... yo sí le voy a dar los nombres de los nihilistas de Pepino... que no son muy distintos a los que sé de España»... sí, él daba nombres y habría jurado que, como él, pensaba Cebollero e Ibarra, sus amigos del Cuartel de Milicias.
«Nunca me gustó que hablara así sobre la Reina», le dice ahora a uno de ellos, sargento que se rajó de dar apoyo al Grito. «Es cierto que ella no tuvo dotes para el gobierno y era tonteja, siempre presionada por la Corte y los generales, pero ella da nos el trabajo... con la Regencia de María Cristina fue peor y entre los generales había rencillas y una guerra civil... todo fue mal desde que murió Fernando VII y Cea Bermúdez quedó como primer Presidente del Consejo de Ministros», recuerda en cambio que dijo a don Genaro.
«¡Por mil demonios, Chiesa! Cea Bermúdez y Fernando, el difunto, fueron el mismo tipo de escoria: absolutismo. Martínez de la Rosa fue quien abrió un poquito de luz, poquita luz en aquellos caminos tenebrosos de la ingobernabilidad dentro de la tiranía... Entiende, Chiesa, la verdadera luz la dio la Constitución de Cádiz, no esa vana bicoca del Estatuto Real de 1834... ¿Acaso no te gustaría que haya partidos políticos en España y que se extienda acá, a Puerto Rico?... Y paz, si acaso me insinúas que son los liberales quienes traen sublevaciones, si paz es paz... la trajo Álvarez Mendizábal».
Así hablaría don Genaro, antes que creyera que a Chiesa lo iba corrigiendo para el día en que se diera el cambio. Tenía fe en el Dr. Ramon Betances y en un par gentes poderosas en el Pueblo de Pepino y Lares y hasta pensó que Eusebio Ibarra y Manuel Cebollero, eran de éstos. Bravos contactos en la Milicia de la Junta Secreta El Porvenir...
Dándoselas de educador bona fide, Don Genaro los tomaba como oyentes y cómplices, mas eran veletas. Humos. Vientos arreciados en aras de choteo. Ellos, dos militares que apoyarían lo que él soñaba y sabía, por sus vías, que podría ocurrir en España ahora que Serrano, Prim, Pi y Margall, movían algo de hilos del liberalismo español...
Han sido listo los milicos locales. Por eso escribirá con tristeza que de héroes románticos pasaron a antihéroes. Sin embargo, en privado, ellos dos, Ibarra y Cebollero, lo azuzaban. «Díme, Genaro, cómo se mueve la política en España y que puede que pase en Puerto Rico». A fin de educarles, Genaro les habló sobre la crisis internacional que se observara en Europa, la Caída de Narváez, primer Duque de Valencia y ministro español y los sucesos de la Noche de San Daniel, y educaba en faenas, asuetos de aburrimientos, a este alcaldillo mediocre, sucesor de Joaquín Martorell.
Eran los días en que, por temor a alzamientos, la reina Isabel II de Borbón preparaba su exilio y el mediocre de Narváez apretaba las nalgas. Amadeo de Saboya husmeaba, desde mucho antes. El exgobernador Prim i Prat quería protagonismo; pero leer de estos laberintos las palabras escritas con hilos de plata era tarea de iniciados. Don Genaro Eleuterio López era uno de los pocos que sabía hacerlo y dizque, entre novelitas por entrega, desde España, le venían escondidas mensajes que eran sus prendas de gramática parda.
«Lo que ocurre en España en esta década de 1860 es lo mismo que ocurre en Rusia... Allá es contra el absolutismo zarista que se opone resistencia y la guerra se materializa con el terrorismo. En España el terror es canalizado con la acción de los generales. Vea la llamada Noche de San Daniel... Allá, en Rusia, la gente sufre y permanece en la miseria y la ignorancia. Con España ocurre igual; pero, de las arcas pública se derrocha el dinero para combatir en Trafalgar, Chile y Perú, o en hacer un ferrocarril desde Madrid al Irún, o seguir en los banquetes y la cortesanía paraisitaria... y hay crisis de liquidez en el mundo. Y el asunto es que en España, hasta el obrero católico, defiende la riqueza a la Iglesia y, peor cuento... al mejor de los economistas que fue don Alvarez Mendízabal, lo vituperan. Lo sacan del camino y todo cuanto propuso, con la alianza de José María Calatrava, con sus muchas conciliaciones necesarias, lo van tirando al olvido.... y mire usted ahora la resultante crisis, decenio tras decenio. Ni se han cumplido y sustentado las reformas económicas en el ejército español ni en la hacienda pública ni se prosiguió la desamortización de los bienes de la Iglesia católica. El fin del desconteto entre partidarios liberales ni conservadores persiste y es gran parte por la culpa de esa tonteja gordiflona...»
«¡Alabado sea el Señor! que no se te quema la lengua, Escribamo. Con razón, Francisquito Lugo y Pablo de Rivera me dice que eres un nihilista, que no tienes fe ni acatas autoridad alguna... Que eres como el renegado Salec, descrito por Cervantes en La gran sultana...»
«No, Chiesa, no. Estoy diciendo que hay que abrir paso al progreso y la democracia. Que esta obediencia isabelina, en España, ya no tiene sentido. Y es la causa de la violencia. Ella terca haciendo mollero con Ley Sálica... La Noche de San Daniel no tiene sentido. Isabel II como pretexto y marioneta de los generales no es útil. España requiere un sistema de parrtidos y un pueblo con derecho universal al voto... ¿Cuántos decenios, ya idos Alvarez Mendízabal y Calatrava, necesitaremos antes que estalle la próxima guerra? ¿Es mucho que estos dos jóvenes uniformados se instruyan sobre la política? ... porque puede que sean Prim, Serrano y Topete, los que vengan mañana y sustituyan a los enviados por la follona estúpida que ni pinta ni raspa!»
Y siendo que Don Genaro se aprovechaba de su vejez y su sapiencia, para no respetar con sus palabras a la hija de Don Fernando VII y María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, Don Luis le preguntó si es acaso partidario de Carlos María, cuñado de la reina y enemigo de sus causas.
«No, Chiesa, no».
Juró que todo lo origine una tercera guerra carlista y alzamentos campesinos (como los dos originan con sus tercas propuestas) merece su repudio. «Ni con Isabel ni con Carlos. Ni isabelinos ni carlistas. Me repugnó el Alzamiento en San Carlos de la Rápita y la Sublevación campesina de Loja, aunque sí entiendo más al veterinario Rafael Pérez y su movimiento en defensa de la tierra y el trabajo y es que los carlistas y la Reina Boba están llamando a la Muerte con sus voces y, nosotros en las antillas, cruzados de brazos...»
Y Luis Chiesa, perdido el temple, exclamó al fin: «¿Y qué quiere que hagamos si Isabel es quien manda y si no mandara ella, ¿quién si no Carlos?»
«Pues te diré: Existe un principio de soberanía popular. Que el pueblo mande y con su voto elija... Si quieres, inventa un pueblo para una Reina Boba. A éste no lo llames Fuente Ovejuna, ni tampoco El Pepino... aunque sí, hay de esos especímenes que llamaste los nihilistas. Mas yo no soy uno de los que mencionara Francisco Lugo y Pablo de Rivera... esos nihilistas ya no son los mismos que confiaban en el positivismo de la ciencia, venga su altruísmo comteano de Francia o Inglaterra. Ya ni siquiera están encorajinados, con el liberalismo intelectualista. Ya nada de nada bueno... y es por eso que estoy triste. No son héroes románticos que van en apoyo del pueblo y hacen suya su causa... Ahora no van a ninguna parte. Van al Casino, a los gallos, a jugar baraja. Van a las casas de jíbaro jincho, a seducir arrimadas... Son fríos cínicos. Deciden voluntariamente el fracaso de sus vidas y sus pueblos. No creen sino en velar güiras. Sus discursos son perversos, sin melancolía, antiheroicos, criminales incluso... Están allí, donde hay un chorrito de licor y barajas y se reúne una juventud incrédula y descorazonada, con Vasallo y Martorell a la cabeza... ya no creen en nada. Se van a poner a aplaudir lo que se cueza en España y la desangre mucho más. Cuando eso suceda van a decir, que se joda, que se joda todo. Que se joda...»
De El Pueblo en Sombras / Carlos Lopez Dzur
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NOTA: Tras la secuela de Revolución de Septiembre de 1868 y el Pronunciamiento de Prim, Serrano y Topete, se origin efectivamente el exilio de Isabel II y una rebelin en Pepino y Lares. Reprimida, el Escribano Don Genaro Eleuterio Lopez es deportado a Vieques y se hizo obvia la traicion de los dos militares en que confiara, Ibarra y Cebollero
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