Thursday, October 24, 2013

El Pepino mágico y sus días de fiesta


El Pepino mágico y sus días de fiesta

Por CARLOS LOPEZ DZUR

Más importante que enero
no hay otro mes en Pepino:
Rafael Rivera Arroyo, en «Enero»

De las cosas queridas de este pueblo, la Fiesta al Patrón San Sebastián Mártir es una de ellas. La celebración, tan concurrida y pródiga, es comúnmente referida como Las Patronales y, al organizarse por primera vez, su comienzo fue en la Iglesia. Tal vez como una verbena. «Quizás ya no. Hoy es asunto de comités organizativos, o alcaldes reunidos a oscuritas con empresarios», explicó Piri Márquez.

Al describir en 1952 una fiesta de éstas, el poeta Audeliz Aymat dijo que, 60 años atrás, el ápape al Santo de Narbona todavía conservaría su carácter religioso. «Y no es, al fin de cuentas, una conspiración de machineros, pirotécnicos y alcaldes vendiendo derechos de transmisión a emisoras radiales».

Fue Aymat Cardona quien anotó que el primer anuncio de la Fiesta del Patrón solía ser un repique de campanas. Este desataría el comienzo fervoroso que consiste en: «unas misas domingueras / o exaltadas, vocingleras» como «el anuncio de unas Fiestas Patronales, legendarias». En rigor, lo que las Fiestas Patronales tienen de leyenda no se duda. Los poetas se han encargado de evocarlo, aunque no siempre hurgando en lo profundo del rastro de la huella, viéndola a fondo. Sin embargo, ha vuelto a recobrarse la tradición de la Novilla. De los Carboneros. De Titina y su carreta, símbolo que mienta los viejos transportes dd campo al pueblo urbano. 

Esto pone contentos a los que aman el Pueblito donde nació, por cierto, Angel Mislán, pero también Pablo Carajito, el limpiabotas; aquí nacieron Cabreros, Echeandías, Oronoces y Rodones, pero, que no olvide el que venga a la fiesta, muy pomposo, también de la villa son: Manuel La Puerca, Pelo'e Rata, Cheo Achiote, Viejita y Pablo Ratón, Lolo Puya y Marcelo la Daga...

Don Isidro Juarbe, quien fue el cuentero mayor del Pueblo de Pepino, afirmaba que el regreso de Titina y el Caballero de Levita nada tuvo o tiene de prosaico, sino de maravilloso. Pero que alguna rica dinastía, con élites racistas y excluyentes, saboteaban esa parte de la fiesta y de su esplendor mágico. Convivencias posibles y olvidadas del campesino rebeldón y sus esclavos. Todavía Aymat Cardona evocaba uno que otro elemento de esa magia. El creía en el «Pueblo [mío], pueblo amado, / o que brinda a mi memoria. / los recuerdos del pasado». De esas memorias, sacaba las leyendas misteriosas de las «hadas peregrinas» y los «hombres que atrevidos, / como hidalgos de la Mancha, / se internaban en la sombra silenciosa de la noche». Hombres que terminarnn fructificado los campos, o cuando no a las hadas, a las hembras misteriosas y pálidas. Y Angel Alemán Cardona, otro poeta, proseguiría más tarde con la búsqueda de esa magia, que llamaba el «alma / la forma / la gracia especial»:

… … aún extraña la gracia
de Carlos Quemao y Marcial.

Con magia se oía soñar
la flauta de Pelo ‘e Rata;
magia tenía Cheo Achiote
y magia Chalo la Mancha .
Magia tenía la Titina y
la machina de Guilo Vargas.

Magia El Lindy de don Tito
y los ñames de La Jalda.
Magia de los 4 kioskos
en cada esquina de la Plaza
magia el bailarín Don Pepe
y los ranchos de rama de palma.

Magico también sería que si España exterminó a los taínos en 36 años, como dudara Brau, fuera Narciso Rabell Cabrero quien se viera obsesionado por las Indieras y realizara, durante asuetos entusiastas, rastreos para una colección de fósiles y artículos taínos. En consecuencia, seis millones de indígenas en el Caribe no se disipan en el aire; él hallará sus bacines con huesos y caracoles, su presencia no sólo en la toponimia, sino en la tierra misma de los contornos pepinianos.

Y es mágico el perico de Pedro Jaunarena Oharriz, el navarrés de Ituren, contable de Laurnaga y Co. La cotorra «Don Perico» aprendió a hablar, escuchando la radio, cuando sólo había dos consolitas de radio en todo el Peblo.

Al referirse a las Fiestas del Patrón, «Por espacio de diez días, bullicio y algarabía. se espera en cada rincón», alegaría Eurípides Márquez, alias Piri. «¡Tanta gente acorralada!», lo entusiasma e impresiona. Para Tomás Manzano, las Fiestas Patronales serían una catharsis. «Huyen del alma los males», dice sobre la experiencia de participar en esta tradición «augusta». Y es que si a la Navidad, si espera, con ansias y con expectativas, porque, tras su solemne y hogareña temporada, después advendrá lo que tiene de carnavalero la bochinchez del pueblo. Hay quien dijo que en Pepino no descansaba bien el Santo Mártir por los demasiados petardos que estallaban en las noches. Fue además el ruido vibrante, escandaloso, del 'gusano', siempre que se encapotaba. La máquina de caballitos, al son de alguna melodía, no fue menos simpática y nostálgicamrnte ruidosa. Y otra queja es que pocas notas y versos se han escrito y cantado sobre este jinetear de la niñez pepiniana sobre caballos de palo y en gratitud para aquel Don Aguedo Vargas Labaille, que lo mismo fabricó ataúdes para los pobres que inventos festiivos para la infancia de los lugareños.

Después de Reyes Magos, el entusiasmo por una Fiesta Patronal que ha sumado a sí el nuevo estilo de entretenimiento y comercio, en el principio de siglo XX, se intensificó. Isidro Juarbe explicaría y, sin embargo, dejó una queja: las fiestas al Patrón no se celebran, con el estilo de antes. Como si fuera el centro de la vida vecinal en el Sector Urbano, de la Fiesta del Patrón se sabía por el fin de los Rosarios en la Casa de los Cabreros.

Una parte de lo contado sobre lo que ocurre a partir de la Fiesta del Día Primero, Año Nuevo, es que se reinflan como cachetes, el espíritu de pueblo. Se escucha con risotadas brutas e inesperados quemones a gente como Juanito Rosa, quien es el bufón que alegremente activa su ocurrencia, que es siempre un catalítico para llamar al relajo. El preparaba a sus vecinos y parroquianos con sus chistes. Ya el Niñito de Belén creció y se ha ido, con las octavistas de Navidad. Lo que procede es candela. Al pordiosero Tumba Cocos se regalaba una camisa y pantalón para que estrenara en Año Nuevo y él, para asegurarse que el regalo no faltara, en vísperas de las Fiestas del Patrón, se exhibía con más descuido, aunque siempre anduvo zarriento. Por la Plaza, en esos días, cuando oían a los pregones diciendo qué variedades serán novedad a disfrutar en la Tarima de la Plaza, Ismael El Rabito, guardia del Municipio, ya había dado algún adelanto de todo lo que se planea en secreto. «El municipio para sus pepinianos ausente se va a botar cuando traiga a ____ para el Baile». E insinuaba algo de mayor atractivo que Cheo Gorrión que trovó todas las Navidades y le quedaban ánimos para hacer en Patronales.

A Don Isidro Juarbe, nacido en 1880, cuando proseguía su cabalgata de chistes en El Guayabal, era su esposa Doña Dolores González, la primera que se moría de la risa. Siempre con un chiste en la boca, Don Isidro recordaba el pasado. Supo quién había subido y  bajado las gradas de ese nicho redondo que estuvo rodeado de barandas y tuvo sus gloritas y sus fuentes. Conoció el inicio de esas fiestas, no tanto en cuanto si son de honores a la existencia del Santo Patrón, sino en cuanto mientan la historia misma de la Plaza de Recreo. «¡Y esa placita tiene historia!» En algún momento, en los inicios de la festividad bajo la admistración municipal después del 1900, la presencia de los 1,500 pardos y mestizos y los 296 negros (que adujo el Censo en Pepino en 1898), dejaba de ser invisible, apoyaba los organizados círculos recreativos y obreros. Desfilan por las calles principales. Muchos se mudaron a otros pueblos; pero una tradición se fue formando. Para las fiestas hay que estar presente, aunque fuese como 'pepinianos ausentes'. Habría que recordar que muchos criollos, hijos de españoles, aunque se mudaron o murieron en España, dejaron nexos. Marchar y regresar es parte del hito de la Fiesta. Manuel E. Liciaga Juarbe fue uno de quienes murieran en Barcelona, pese a un amor grande por Pepino.

Méndez Liciaga en su «Boceto histórico» (1924) nos recuerda a otros que «viven en la conciencia popular», aunque «no se vieron favorecido por la suerte, no levantaron riqueza pero gozaron como los primeros (inmigrantes españoles) de alma estima y consideración, por su honradez y por su hombría de bien» (p. 97, 131). A ellos, don Andrés menciona con su «Tributo de Simpatías» y «Testimonio de Recordación». En la práctica, la celebración de las Fiestas Patronales, desde su oficialización en los años '20, han servido como el evento de acercamiento entre los invisibles, los idos y los que necesitan ser rememorados. Es la convocatoria que reúne en el nuevo comienzo de cada año y renovando fe en el porvenir, visto que, en 1928, el huracán San Felipe dejó una cicatriz emocional y económica en el pueblo, arrasamiento casi total de la industria cafetalera y la muerte del Alcalde Pedro Echeandía, en su primer año de gestión pública.

Unas Fiestas Patronales, como las que evocamos, serían posibles por mejoras en carreteras, alumbrado y otros servicios que vendrían, a mediados de los Treinta, financiados con programas federales de emergencia, después del Huracán de San Ciprián en 1922, tan nefasto como San Felipe. «El municipio autorizó la unión de la calle Independencia con la carretera hacia Lares», «la pavimentación de su calle principal y del establecimiento del parque de bailes»  (Helen Santiago). y el auge de la industria cañera que trae la Central La Plata.  

En sus comienzos, las Fiestas Patronales y los proyectos de un 'Pueblo Nuevo', tal como lo concebia el ex-Alcalde Narciso Rabell, coincidian. Y aún separado de la administración municipal en 1925, ya con los alcaldes Antonio Sagardía Torrens, Pedro y su sucesor Getulio Echeandía Vélez, Rabell con la Asociación de Bienestar Social, y las iniciativas directivas de María L. Correa y Mariana Robles, estableció el formato que seguirían muchas de las futuras fiestas patrononales. 

Se ensayó el mencionado formato con detalles como actos religiosos, la retreta, fuegos artifiiales y juegos populares en el amplio espacio de terrenos que proveía el Parque Rabell del Pueblo Nuevo. Un 16 de enero de 1930, con el nombre «Día de Pepinito, de una a tres de la tarde» y hasta la noche, se estableció definitivamente el modelo que perduró hasta hace poco. Y la residencia Rabell Cabrero de 1914, la villa palladiana en la calle Muñoz Rivera, frente a la Plaza (hoy museo, antes popularmente citada como la Casa de Doña Bisa), solía ser reverente testigo de tal evento.

También  las Fiestas de Enero mostraba la 'novedad' representada por loos deportistas habilidosos. Recordemos a los baloncelistas del «Navy»: entre ellos, Gerardo y Hernán Pérez Cancio, Ramón Enrique Negrón, Humberto Arce, Pablo Emilio Ruiz, Nacho Negrón, Luis Aymat, Fernando Vissepó, Lerqui Cancio y Gerardo Cebollero.  Habí reconocimientos públios. Música y dianas siempre fue el marco necesario, habilidades de la Banda Municipal o de bombardinista como Pavín La Yegua y no faltarían los juegos, kioskos de diversión, carruseles, picas, venta de maní tostado, uvas, cohetes, la presencia de Lolo Pulla como machinero, de Eusebio 'Mano Manca'.

Hoy por hoy, las Fiestas Patronales no se efectúan en la Plaza Baldorioty de Castro. No significa que hayan dejado de celebrarse. Se transformaron simplemente en otro evento con sus propios trazos coloristas y mayor folclor urbano: esto es, jugadores de dómino en una esquina de la plaza con su pocillo de café en la mano; pero sin la tertulia antigua, sin árboles de sembra. Se recreó el rol de beatas y damas que van a misa temprano, con mantillas en sus manos y jóvenes con sus laptops tras el “wifi” de la plaza. La verdadera acción de las Patronales se mudó al campo. Y entre sectpres de Salto y la carretera PR 111 y PR 119 en las ferias agrícolas de la Plaza del Mercado, se hilvanó  «un punto de encuentro de vendedores, agricultores, ganaderos y compradores», con un «aire de Chinatown neoyorquino», dice Omayra L. González Méndez.

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NOTAS:

Andres Mendez Liciaga, Boceto histórico del Pepino [La Voz de la Patria, Mayaguez, 1924]

Omayra L. González Méndez: «La fiesta de la Novilla en San Sebastián del Pepino» [El Nuevo Día, «De Viaje», 8 de enero de 2012]

Helen Santiago, Blog de San Sebastián del Pepino, «Pueblo Nuevo: sus primeras dos décadas», 4 de diciembre de 2010

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