… Y tenía mi bisabuelo, viejito de años
y «cicatrices y tristezas», como lo recordó
mi madre cuando me hablara de él,
el dolor de la paz como su anhelo.
Y lo recordaba en el Shabat como a los príncipes
(seguro de su paz, libre entre todos los varones
de la tierra, dulce como quien lo tiene todo,
si ya tiene a su Dios. Y sí... a El lo reparte:
con su corazón que fue grande y su sonrisa mansa).
Y lo disfrutaron los árabes de toda Palestina.
Tuvo el amor de cada semilla del Hebrón,
siendo un judío, con el Tov escondido
y la Tet vibrante. El unió la vida esencial,
al feto de los días. Con el vientre de las cosas invisibles
hilvanó las certidumbres, aquí y ahora, en el cómo vivir.
Vendrá su dios: tal es su confianza.
Del útero de la Torá en Tiempo Venidero
vendrá la nación santa, la serifirá de paz
y cada generación le será suya, cuando haya
el anhelo de El… vendrá y, para mí,
«ha llegado». decía él. «Para mí, llegó».
Y un día, como bien dijo mamá, ejemplificando:
¡Cuánto lo quiso Dios! que lo salvó de la muerte.
Cientos de muertos, menos él.
En el barrio de su convivencia, estuvo.
Y sus iguales fueron todos, bebían su vino
y dijo: «Amigos son mis árabes vecinos,
judíos de mi sector, hermanos son
y convivientes todos, tranquilos».
Fue aquella misma noche de terror
que se escucharon las jaurías del Gran Mufti de Jesuralén
y amanecieron las consignas:
«Palestina es nuestra tierra y los judíos nuestros perros...»
Fue aquella misma noche que se iniciara
el progromo del Hebrón.
Los traslados y la fusilería británica,
dizque que imponiendo
el orden y parando aquel odio...
Después de la Plegaria de los Viernes,
incitados por Amim al-Husayni, la matanza hizo
su agosto... «Mi abuelito lo vio».
Se armaron de bastones y cuchillos
los malos hijos de Jerusalén. Y buscaron
a judíos en sinagogas, 67 fueron asesinados
dentros de sus casas; se torturaron
a niños en los templos;
«pero, ¡qué bueno es El, cuán providente es Dios!»
Cuando mi madre me hablara de su abuelo
y cómo tuvo el dolor de la paz como su anhelo,
en medio de su tristeza, algo fue grato...
Escuché que bendijo a los árabes también.
A ellos, lo mismo que a su abuelo,
porque, ¿quiénes lo ocultaron en sus casas?;
¿quiénes lo sacaron secretamente de la villa?
Le salvaron la vida. No todos son criminales.
En la Matanza del Hebrón y de Safed,
más daño hizo la represión por los británicos,
dijo él y no que justificara la hecatombe.
Hoy recuerdo que mamá por darme fe
en la bondad del hombre, lo repite:
«¡Cuán providente es Dios! que me salva
la vida y no me da rivales en Hebrón...
Yo hice amigos entre musulmanes,
y por la mano de ellos, sobrevivo.
¡Cuán providente es Dios!» *
De El hombre extendido
* «La comunidad judía en Palestina se encontró en medio de una ola de disturbios violentos que barrieron con furia los asentamientos y barrios judíos a lo largo y ancho del país. El peligro amenazaba ahora la supervivencia misma de la comunidad judía. […] Hebrón se convirtió en una ciudad de terror y asesinatos. El ataque se realizó con toda clase de vejaciones, la población huyó despavorida y los sobrevivientes fueron transferidos a Jerusalén, dejando a Hebrón desprovista de su antiquísima comunidad judía, un hecho calificado de limpieza étnica»: Shapira, A. 1992. Land and Power. New York & Oxford: Oxford University Press
Monday, March 3, 2008
Genocidio, 1927
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