En el mundo en que vivo, apenas tengo fe
en las verdades absolutas… Nadie cree que exista
nada puro, inefable, en el proceso humano.
Todo es inconsistente, errático,
fraudulento, vacuo, sucio a la larga.
Abierta está la senda para los desconsuelos.
Lo que es sublime ahora, un rato más, y desaparece.
Toma un sesgo. Se transforma en condena,
en teratología, en trunquedad inesperada.
Uno por uno, a final de cuentas,
los idealismos se desacreditan. Como callejones
sin salida, los avisa el mercado y la boca irónica
del listo y el célebre y en el Agora mueren.
El héroe de la tarde es el pillete de la noche.
No hay fe en el poder público. La mentira,
sumada al dolor, es el imperio en que vivimos.
El prestigio instantáneo vale más que la honradez.
Y con el mito, el azar, el cinismo, se enriquecen los pocos.
La posibilidad de lo útil, generoso, lo feliz,
se diseña con dominios expertos y el poder
lo controla el sector hegemónico.
No. No es conveniente que, en términos,
del tráfago del mundo, tenga la osadía
de discursar lo Absoluto. No seré yo quien pueda
y de revelaciones absolutas me posicione, convencido.
El sacrificio desata muchos infortunios;
no siempre paga ni cumple ni consuela…
… pero tú, Amor, existes y, por alguna razón,
surges del Caos, siempre generativo.
Creo en el caos, después de todo.
Y por cautela, sin palabras espectaculares,
no te daré gato por liebre; seamos sinceros.
Amor, yo te doy lo mejor de mi relativismo.
Te legitimo en las prácticas concretas.
Cruzo a los espacios donde pueda verte,
al tiempo, donde pueda sentirte.
Es lo mejor que puedo ser,
a veces subjetivo, siempre histórico,
abierto a potencialidades, a partir del Caos.
Agónico, en temporalidad, trágicamente,
en tí, confío. Amor te sufro, amor, ha de ser
monstruoso que te piense no absoluto.
Como yo, limitado, pequeñito.
Amor, el presente es lo único que tengo.
Con él, tengo lo poco que es seguro.
El pasado se fue. Hirió mi memoria cuanto pudo.
Examiné los malos ejemplos de la guerra,
la decadencia de la noción de patriotismo.
La justicia tardía. La explotación, la ira.
Aún los defensores del cambio de consciencia
claudican. Una epopoya interior, ¿cuánto te dura,
de cuánto tiempo hablamos, cuál es el costo?
¿quién la dicta? Cuenta, identifica y prueba
a estos hermanos que no pelean contra nada
para sentirse puros, intocados, eternos
en un solo instante. Y no me juzgues a mí
porque los juzgo. Vengo del caos,
en él persisto; acaso, en tí, amor,
bendigo mi esperanza.
05-09-2000 / De El hombre extendido
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