Thursday, February 28, 2008

¡Qué pena de advenir y carrusel!


Imagino a los muertos
como langostinos que saltan de la red,
peces por insaciable apetito transformados
y que oscurecidos, en su día final,

se fijan tiesamente al regodeo
de la tristeza mía, se pegan a las horas
que sucumben contigo, Sepultura.

La feroz madrugada vibra
el ciego holocausto de la aproximación.


2.

Me voy cuando ya tú me sueltas,
te dejo, pero me has sustentado en agonía
(y, si me has mutilado, qué ojos lo dirán, no sé).


Estuve al habla con una pena inmunda
y nueva que ajota hambre de ser
y prisa de aguacero, repentino e intenso,
y muina de barro y godeo de celo y mujer.


3.

¡Ay, qué empleo dio la pena y la tronga,
ardiente, lujuriante, caprichosa!
¡Qué arrastre sobre vientres de sepultura
los de estos vientos que devoran mal soñar,
y maderos viejos, leños de mal arder
y mal dolor del trinqueval...


Con dos ruedas del carrro negro,
deslizado y sepulto al fin,
allí en la ribera de uverillos que florecen
en abril, van y luego se secan,

ajenos al río y la mar!

¡Qué pena de advenir y carrusel,
la vida como noria y giros de Samsara!


26-4-1989

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