Tuesday, February 5, 2008

El monólogo colectivo

Con este ropaje de la muerte, enfermo
en los vestidos limitados de la carne,
me hallo, hambriento de monólogo infinito,
y como pez circulo, en agua fría, sea o no sea
mi entorno un vendaval de fuego
y yo, pobre del yo, que siendo bestia
husmeo por lo infinito,
dueño del Eterno Retorno.

Por ese milagro del primate,
el ser externo, la bestia del cuadrado,
te nombro en las cifras de ceros,
te dibujo en mandalas transformativos,
cósmicos, y voy con los ojos
hacia la Voz que emite tu energía
y que, en faena dura, se procesa
con tus mismos algoritmos de silencios,
sordos ecos de esperanza
en el Círculo, matriz de origen
en un cerebro oscuro
del sistema físico.

El agua que me vio me compadece
y el carbono memoriza la sospecha
de mi hidrógeno. Básica vitalidad
va reclamando, une redes de sodio y de fosfato
una vez que se fuga de sus conchas y se mete
en los azares del camino y, con erecta posición,
ya ha visto frutos en árbol de alimento,
en pantanos del engañoso invierno.

El hacha nace y derrama la sangre,
pero también abre surcos y el cuchillo de pedernal,
la flecha y los garrotes entregan la ecolalía
y voces del llanto primario, alaridos
de lenguaje egocéntrico: ha conocido
la muerte, vida interior, agonía y monólogo.
La ha conocido el hombre y la hembra que lo pare.
Ha preguntado la intuición si contigo
habrá diálogo, o seguirá el lenguaje
sin ser socializado, con mana,
con magia, con luz del fuego.

Hoy soy yo quien pregunto.
Yo el que imito los órdenes
y critico los ritos ancestrales;
yo, quien elevo a tí invocaciones,
vivo entre ruegos y amenazas
para las que carezco aún
de nombres y respuestas.

De El hombre extendido

Carlos López Dzur: En Traducciones

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