Saturday, November 17, 2007

El vagabundo

… y cada ve que saciaron su sed
los caminates y los niños,
les dí agua fresca y espejo cristalino
en qué mirarse:
Maritza Pérez (poeta puertorriqueña)


¿Dónde está la seguridad que yo postulo? En no soportar la calandraca de los grandes positivistas lógicos ni las expectativas de pragmatismo de los positivistas idealistas. Puede que uno ande con la alforja a la espalda, sin bienes, sin hogar, vagabundo, con el mero bastón y el temor a los perros, como los Cínicos, a los que todavía les quedaba un corazón socrático.

Puede que agredamos al mundo con nuestra fealdad, mirándolos a la cara, porque nos hemos aceptado a nosotros mismos. Esto tiene una belleza mucho más profunda que cualquier método y más vital que cualquier racionalidad.

De ninguna manera viviría en una cueva, o moliendo vidrio con el pecho. No quiero andar con un bastón y la boca seca, golpeando los perros en la Loma. Rechazo el amasiato social con los poderosos, pero ésto no implica que me plazca un tonel por habitación, o menos las oscuras suciedades de una cueva. Que lo haga Cleantes, Epiménides o Diógenes, su gusto sería. No el mío. Yo siempre tendré las aguas. Viviré cerca de un río, donde pueda, al menos, ir y lavarme la cara y no beber con miseria una porción.

No soy el cuenta-gotas.


09-12-1982

Del libro Cuentos para esoteristas y otras menudencias

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