Los herméticos no se despreocupan con ninguno.
Se desconsuelan, no descansan. Dicen ser,
unión, bondad, certidumbre, y no saben qué
dicen… Son solipsistas en su vaniloquio.
Cómplices de algo singular y limitado,
pero batallan por añadir lo trascendente.
De lo que no tiene origen quieren parte
o de lo es origen de todo se agencian
el extracto, lo roban y repiten, vocingleros.
Viven en los limbos, presos en palabras vacías,
en misterios impenetrables y, en cuanto tales,
engañan y se ausentan de la fuente
de las cosas, reserva de todos los placeres.
Lo que ignoran es tan simple:
el supremo valor del universo
es la consciencia individual.
Canto al hermetismo /
Canto al hermetismo / 2
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