Saturday, January 26, 2008

La cazadora




A Teresa de Avila (1515-1582)

Lord, either let me suffer or let me die: Teresa de Cepeda y Ahumada


El Cazador la buscó. Le dio hasta su propio nombre,
Teriso. La armó para su propio oficio, Terao.
Y la Cazadora, lanzada como animal de presa,
cultivaría la herida, dulce herida
que se oficia con la caza.

La virtud dulce del que ofrenda el mordisco,
sangrador a las almas, la radiante bondad
de sufrir, mordiendo, clavar la flecha en la carne
del fango y borrar la imperfección, la finitud,
la vergüenza, el olor vivo de una tufarada
que se llama el pecado, la ingratitud, la morbidez
y esa malaria ahumada y ese zullenco pedarse
en la vidorra, sin conocer las propias uvas
del majuelo y al Autor de la Vid,
el Cazador, Maestro.

«¡Oh, Cristo sangrante, crucificador crucificado!
llevaré un ramo de flagelos donde quiera que me digas,
con golpes a juncos que duelan como látigo,
hará tu dulce yugo, imitaré tu senda, pagaré
el precio y le diré a mis hermanos,
a los doce que tengo, creed y bendecidme:
Hermanos, llámense no Rodrigo, sean Teriso,
como Aquel que en la Cruz fue crucificado».


Se llamaba Teresa, Teriso / Cultivadora
y atacada fue contínuamente por demonios.
Lectora, prodigiosa, palúdica, tentada,
sensitiva, levitante, soñadora, pero...
estaba obsesionada con la muerte.
Y por dolor de su orfandad de madre
se buscó la Virgen-Madre que en sí misma
la pariera. Se hizo monja y se negó las sandalias.
Obsesionada, sí, por Tierra Santa
y moros que pudieran matarla. Obsesionada,
sí, por un castillo interior, no de Castilla.
y una vía de perfección, no de este mundo.

3-12-2000 / Del libro Teth, mi serpiente

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