La paciencia comienza con lágrimas
Y, al fin, sonríe: Raimundo Lulio
¡Cómo enseña esa desgracia cotidiana,
esa apariencia de vida transcurrida,
miserable vida al borde de la vida!
Cada desprecio se madruga.
Y no muere en la tarde como esperas.
Cada tristeza prevalece en la noche.
¡Cómo desorienta el desamor
sobre el odio que dispara en tu colleja;
un frío gatillo de abandono, una navaja
traperamente cuchillera!
¡Cómo enseña en torno a
qué estrangula o hiere bajo piel
sin darte finalmente la muerte!
Es como la mueca de la chanza
y la miseria a la sorda que te sigue.
Es como el sufrir un poder destituyente
que te abate o ser un pájaro de cuentas
que las debe, mereciendo viles callejones.
¡Cómo instruye el dolor antes que puedas
sonreir, cómo te dice la vida que llueve
sobre mojado, que es más duro lo contínuo
que pegarte tupido, en intensa molicie,
hasta que te metas en la concha en agonía
y te viertas de oquis en los huesos.
¡Ay, paciente heroísmo de vivir
siendo la queja muda, el silencio, el olvido,
tus reverberaciones, tus lágrimas en fuga!
23-9-2005 / Del libro El hombre extendido
Marcelo La Daga / Dios bendiga ese pasito sandunguero / Crítica sobre Carlos López Dzur / La realidad se impone
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