Me queda la vergüenza por refugio.
Como mi última bondad de ser inocuo.
¡La vergüenza que sólo admite dolor,
no la alegría! La vergüenza que no redime
a nadie, ni al Sí Mismo y te instaura en su lugar
como vil sospechoso.
La puerta abierta queda.
El patíbulo, vigía que, con sorna, rompe
tus narices si sales a la calle
y te perdonas
y callas y te humillas.
La puerta cierra.
No se asumirá
tu inocencia.
La vergüenza mienta
un culpable permanente
y solitario.
6-12-2000 / Del libro:
El hombre extendido
El zorro y el ángel
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