La luna nos reunió con viejos siglos
y el Edén está despierto en el centro de mi cama.
Con el coquí se adormila la niña
de mis ojos, cuya piel como bauxita
recuerda los colores y la oscura memoria
de la noche, el reposo, la intuición, lo perenne,
y a pistos, poco a poco, nos Habla
aquel que nos habló.
Sea o no acabado el rito de cojoba,
¿quién duda que ve, con nítido fulgor,
la figura del Espíritu mayor,
si aquí la vemos, quien dará mangonada
a lo que oye, si una Ceiba crece
más alta que los ocultos esplendores
y en su Belleza expresamos la paz
y el amor de Hessed?
¿Quién habla a quién que están
felices todos?
La danza comenzó…
Y no hay amo ni siervo,
ni pequeños ni grandes
ni tiesos de cogote ni cosijos
malditos por Circe
ni marranos ni cisnes
en la fiesta de hoy.
Sólo un Gran Rostro
y un habla original.
8-02-1989
*
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