Uno no puede apropiarse
de la realidad sin salir de la cesta
en que navega por los ríos
de inciertos rumbos
y palatinas sensaciones del caos.
¿Qué mano me sacará del calabacín,
si es que vivo, qué pezón
se meterá en mi boca?
¿Qué garganta paladea lo que soy,
me revive con besos?
El higo se escurre al fondo
de mi boca gracias a los pájaros
y la carne que oye abre sus agujeros
y admite su pedazo de pan
con brote de suspiros
y vocación de aliento.
Tú, Faustolo, zorro bueno,
enséñame a agradecer
el fruto de la higuera.
(¿A quién diré primera madre,
al río que baja a las colinas,
a la zorra de ubres anchas y peludas?)
Del libro Estéticas mostrencas y vitales
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