Monday, December 3, 2007
La tentadora
Tú díste ese nombre a mi enemiga.
Tú, que riges delante del árbol de cinco frutos
y cortas el tronco en dos mitades;
tú, Zaín de la Espada, que a todos colocas
desnudos ante tu mirada, examinadora;
tú, quien desgarras los encubrimientos,
cada artificio de las vestiduras, tú el que desangras
lo hipócrita del mundo, tú la llamaste infiel,
divisora, aparición espectral de los caminos.
Ella es la que absorbe y traga, la esclavizadora,
la externa, que sólo come de ese árbol de cinco frutos,
tan dulces como áridos, esencia insuficiente,
bebedizo adulterado de naquencia. Te da a beber
sus filtros. Se fía de que olvidarás que hay
un más allá de nosotros mismos
y su complacencia con el karma y la muerte.
La llamaste Adversaria, Zaín,
porque castra Tu Ser mientras juega con placeres
y certezas sensoriales; vive
siempre en nuestras superficies,
la piel enardecida, la piel que atrae,
pero no entrega todo.
Tü díste ese nombre para ella,
la Estéril, la Desvinculada,
la solitaria envergadura
del ego solipsista, sin urgencia
de fundirse en mí
ni en nadie ni contextualizarse.
La llamaste Ocultadora,
porque no es amor, pese a que atrae, no es
complemento, ni favor ni alimento, para la humanidad.
Del libro Teth, mi serpiente
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