El ciclo de penumbas perdura.
La caverna es esta casa
de la infiel lujuria.
Llámame perra y casa-vulva
del Asia proconsular de los tiranos.
Como tres y dos son cinco,
me cayó el chahuistle
y me cagó la changa.
Como botín, han tomado
mi cuerpo los árabes y turcos
y no acertan a dar conmigo
sus últimas boqueadas.
Me recuerdan las espinas
cada uno de ellos, menos tú;
yo, para tí, fui una rosa.
En las hebras de plata,
se derriten mis lunas
y, contra los años, tuyos-míos,
han surgido sinfín de satrapías
y sus nuevos relojes
y exorcismos.
Ellos han marcado mis pasos
de cadáveres, se inventaron
discursos de poder para ultrajarme.
En vehículos de ruedas
irrumpieron los romanos
y ya se han ido, me olvidaron.
Las cavernas también son
los lupanares, objetos sin memoria,
rincones de otros perros flacos,
pulgosos turbios, físico-perceptuales.
De
Estéticas mostrencas y vitales
No comments:
Post a Comment