Ví la rosa cuando mis dedos midieron el vino.
En cinco pórticos del Jardín, ví la misma rosa.
Examino el aroma, confiado a la prevalescencia.
Hasta hoy ingiero el trago del olfato,
el vino menos tinto y Iah, ¡ah!, bendije
cuán lindamente creada fuíste para mi consuelo,
Rosa de Sión, más tierna que un capullo de hibisco,
más indefensa en apariencia, si no midiera
con mis cinco dedos las salvaciones que te recubren
y protejen. Por ellas, gano acceso a tí.
Rosa mía, no te segaré. Ramito de mi alegría,
con un beso sellaré el cutis de la dulzura
que guardas y meditaré: Eres mi cálix
y la copa de mi bendición en el dominio
del jardín prohibido...
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