Monday, December 17, 2007

Retrato de Enrique VIII, de Inglaterra




Algo, sino todo, estará mal
si eres tú santo.
Yo no quiero tu grey ni como sombra.
Tu hediente santidad, Gordo maldito,
es mi cadalso y antes prefiero
ser egipcio, o cirenaico, o zorro,
ardilla con el rabo largo, o rata
o mudo escarabajo bajo estiércol.

Te observé como a tus seis esposas.
Todo es preferible a verte cara a cara
y a oírte disertar contra Lutero
y tomar jactaciosamente en serio
que el Papa te llamara Defensor de la Fe
porque fuíste un panfletista teologal
y un metemiedo, sinarquista
con fueros absolutos.

Santo te declaró la Iglesia,
¿cómo es éso? ¿A tí...
que eres un sicópata asesino,
bestia que parece formada
con parches de escepticismo
y capricho mostrenco,
engendro frankensteniano construído
con desperdicios del fenomenismo absoluto?

Eres lo más desagradable de la Abundancia Trivial:
gula, eructo, mal aliento, sarna martirizante, macacoa.
Donde se fija tu sombra la plaga asoma
y el escándalo procede a tu presencia.

¡Qué fea es tu corpulencia, marrano!
Encima de la hembra, la queja brota,
misógino, santo sanguinario, traicionero.

De Estéticas mostrencas y vitales

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