Conságrame si voy a servirte.
Hazme consciente de si estoy
en el fuego. Abrígame en lo frío.
Posiciona mis articulaciones.
La extensión muscular será consagratoria.
Ténsame cada músculo, párame
el rabo. Házme alerta, profundo,
con presión arterial, la suficiente,
con presión central venosa,
la indispensable; infla mis pulmones
y que, por la boquilla del shofar,
oigas mi aliento.
La temperatura de la sangre
que, en mi cabeza, produzca pensamientos
y abra el Dalet, la puerta de glucosa
y la miel de Tu Amparo.
Bautíza en el pH del líquido encefaloraquídeo.
En consecuencia, por lo dado, a tu proceso
llamaré Libertad, Redención, Existencia.
En cambio, te daré no el mundo dionisíaco
de las ménades... ¡mi apertura!
la visión intuitiva de la constancia
de lo constante.
*
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