Monday, December 17, 2007

Montano, el enemigo

¿En nombre de qué amor
hablaste de las verdades, Montano,
si sacaste el tuétano a la vida,
si en árbol carcomido
transformaste esta siembra humana
que me asedia zurriendo
broncamente con su homicida alarde?

A las ramas y semillas
sobran los tuecos, agujeros,
y un viento del siglo, sin oriente,
el tronco de mis árboles maldice
y, más allá, a las sombras de reposo.

Los sinarcas, armados con sus lesnas,
me han cercado, me han quitado
esta raíz que eludió dar sus votos de reata
(ya piensa, ya bendice, este corazón
tan ultrajado y prohibido).

Estoy con el vetarro de mis huesos,
añorante de días y propias cuentas
y hecho un mico con espíritu noctívago.

Busqué el monte, sin temor,
la piedra para extender el alma
y alargar la razón de mi ser
y aceitar la mañana.

Pero, ¿quién eres,
hijo de montanada, con qué amor,
si alguno, se escribieron días del fin
del hombre sobre el mundo,
con qué carcoma santa
rechazaron las nupcias de la sustancia
con sus cielos, de qué verdad
o torpe vademécum leyeron su mentira
y me echaron de mis montes trascendentes?

Absolutas y mortales son tus desgracias,
tus blasfemias cuando me predican tu Hacha
que es la que hiere geometrías.
Tu voz es la que mata al Cristo ultramontano.

Del libro Estéticas mostrencas y vitales

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