Bendita sea la taza
que con sus asas nos convida,
el tarro que se rebosa, subjetivo y real,
porque creyó la abundancia deliciosa
para el gusto y maldito el dolor
que injustamente a los sentidos prohíbe.
Bendita la boca que besa el borde
de las copas, la gruta de menstruo
que es el vaso femenino,
el más hermoso al labio y al aliento.
Benditos los abrevaderos
donde van a saciarse soñadores,
que han sido ardientes y creadores
y con amor, por igual bendicen.
Que la Jarra les convoque
cuando más sed se cunda sobre el mundo
y abramos bocas y almas con contento,
pegándonos al ánfora de gloria.
Que llenemos pocillos y aún llevemos
y que, a sorbos plenos, disfrutemos del pan
con el cuartillo del epher.
Venid, bebamos.
23-3-1990
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