Quise sentirme tan jovial, como siempre,
reconfortado con besos que lo son
por amor y por festejo espontáneo de vida
y por anhelo profundo de abrazo.
Mis brazos han forjado
su casa, inventaron espacio,
para encerrar en sí un cariño por cimiento.
¡Pero un gusano negro escarda en mis rincones;
un ave tal vez cenicientamente roja,
hoz clavada que su nido se inventa con mis sámagos!
A veces y tal vez a trasquilones
voy cantando sin que nada me importe
y me azora una piedra, un curso de raíces,
el sol maravillado, luz derramada donde nadie contempla.
Mis manos han querido apresarla
para hilvanar una sombra
y una casa, tibia, deliciosa, blanda,
y darse descanso, al fin... pero ¡no para tí,
zopilote, por tí, nunca he cantado
ni a tus sombras llamo,
nunca, ni por arrugas lleno!
De El Hombre extendido
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