Ví la rosa cuando mis dedos midieron el vino.
> En cinco pórticos del Jardín, ví la misma rosa.
> Examino el aroma, confiado a la prevalescencia.
> Hasta hoy ingiero el trago del olfato,
> el vino menos tinto y Iah, ¡ah!, bendije
> cuán lindamente creada fuíste para mi consuelo,
> Rosa de Sión, más tierna que un capullo de hibisco,
> más indefensa en apariencia, si no midiera
> con mis cinco dedos las salvaciones que te recubren
> y protejen. Por ellas, gano acceso a tí.
> Rosa mía, no te segaré. Ramito de mi alegría,
> con un beso sellaré el cutis de la dulzura
> que guardas y meditaré: Eres mi cálix
> y la copa de mi bendición en el dominio
> del jardín prohibido...
Del libro Teth, mi serpiente
de Carlos López Dzur
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