o sí, en la geografía, en la memoria
de mis manos y brazos y piernas,
en la piedad inocua
de alguien triste y cansado,
con dos ojos soñadores
como los que he tenido...
ay, y ahora soy...
tan pobre como para pedir silencio,
tan rico como para vagar en años.
Necesito el sol sobre mi boina
(tengo dos ojos y todo lo bello
se los acredito, ¡cómo me han obsequiado!)
Todavía tengo un árbol al que digo:
¡Me asombro!
y una dulzura de mujer
que se conspira en antojos
y su canción es mutua.
Se nos vive en los labios.
Tuve cuanto quise y pude merecer
¡menos esta mitad de la muerte!
que vuelca el horizonte, de repente.
Me ensombrece. La tempestad amanece
con sospecha de asalto y alfileres
tan intrusivamente que estoy aquí
ante una tumba abierta, con mi nombre
y mis rodillas, tiesas y selladas.
La ronda del pájaro negro
saluda en mi piel, sólo arrugas
y polvo y lentos pasos y olvidos.
Del libro Las zonas del carácter
(inédito) de Carlos López Dzur
No comments:
Post a Comment