Tu ser-ahí es como un nido.
Vuelas y mi mirada te sigue
por todo el caserío.
Te sigo como un perro.
Amo tu ímpetu, tu energía
y sé que me seduces y seduzco.
Eres tan linda, Lourdes,
por las mejillas rosadas
y los muslos tan limpios.
Te llamaré Sorge
porque no te olvido
y te has casado con una lejanía
que la forman otros huesos
y otra echada, con porvenir y caídas
y no sé más de tí
ni de tus pulgas
ni de tu perro;
sólo que te fuíste
como ave hacia tu espacio
y me quedé prendido,
solo y cautivo.
Me besaste cuando nadie me besaba;
me llamaste al asombro igual que al sexo;
a caer en el templo de tus pechillos tibios,
y te quise como pude antes del adiós.
Por eso recuerdo tu acecho
y la cuesta de la escuela;
precisamente ahí, el Caserío,
donde estaba el camino de mi casa:
la loma y los columpios,
la casa y la muralla,
Don Tano, Don Tito, el maestro.
11-9-1981
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