Friday, July 20, 2007

Memorias de la carverna

Tuve un hijo en la casa del prójimo
siendo yo, por igual,
prójimo en la casa-caverna de mi hijo.
Le dí el espacio de cueva
de su vida. No pude
darle más en la casa del prójimo
ni en la casa mía.

Y, por amor, quise ubicarlo
en su gruta verdadera, visión
de las estrellas plenas, infinitas,
en la cueva de roca de mí mismo.

Quería amar a ese hijo.
¡Cuánto lo quise!
Y, sobre todas las cosas,
yo dispuse que se enciendan
por él las nuevas luces
en la cueva ahíta aún con simulacros
y dolores suyos y dolores míos.

Lo llevaría a la casa de mi certidumbre
por anhelo, yo lo quería y descubrí
que no pude dar lo que él merece
y sufrí como nadie.

Entonces, vino mi Padre,
padre de todos los prójimos posibles
y me pidió su sangre, las tinieblas mías,
y que lo sacara de la cueva
y que trajera su urna cineraria
y que lo matara en el monte Moriah
oculto en lo más solitario de la cima.

2.

En la cueva parece pequeñarra
la persona; la dulce y suave cría
de aquel a quien se quiere tanto
y se lo llama cuna,
pedacito lunar,
alma mía...

Si el alma es mucho más,
¿cómo saberlo?
¿cómo aducirlo
con estas semejanzas,
metáforas del amor al hijo?

En este oscuro conocer,
todo es mostrenco
y no se conoce el percal;
únicamente la pastrija
y la pastrana
y ese montón de tierra
que son mis huesos cercanos
por sus años, sus achaques,
sus lamentos ante un poco
de sol y de alegría.

4-12-1989

3.


Me las paso moradas, pobre,
corito, terebeco, temblando,
a la espera del viento suave,
la esperanza o el céfiro
que sopla hacia el Oeste
más allá de evanescentes lunas.

Si no seré yo, ¿quién hay
que le baje los humos
a este dolor ardiente,
a esta vanagloria externa
que postra mis adentros
con sus crepuscularios?

Me las paso callado
y, a mi lado, está el asco
por los dueños del mundo.

Fiel a la briba,
a sus moños engreídos,
me recitaron de carretilla
sus odios habituales,
sus tinieblas virtuosas que ciegan,
sus asaltos de menosprecio
por mis huesos calatos.

... y yo temblando, corito, terebeco,
porque la mentira decora las paredes
y el piso se forra de moqueta
con gargajos y esputos divinales
que me lanzan los dueños,
farisaicos, engreídos, de la tierra.

Y yo resbalo cuando huye la fe
y virutas va echando en su camino
y me seco los pies sobre el lodo
que encuentro por el monte
y junto leña y chavisca, seguro ya,
que urgiré mi holocausto.

4.


El bien no es un valor absoluto.
Cállense, moscas placeras,
vayan y posen al carajo,
que las normas farisaicas
me mutilan; y el padre está
cargando su virtud
de pequeñarra estampa
por soledades sin caminos,
por su alma.

Vayan donde yo no les vea.
Que me condene solo
y no por oír a los vecinos
del postín, el antojo y el chantaje.

Yo no puedo orar
en las tinieblas, quiero la luz
más alta que la llama.

A mi dolor lo acostaré
sobre el pedrejón duro y ardiente
donde soy yo mismo el padre
y mi dolor, el hacha
que gritará este mandato descorazonante:
¡mátalo a cuchilladas con tu mala sombra,
sean sin condición las cosas ofrecidas y sagradas!

El oblata no es tutela legítima
(que alguien te ofrezca
por obligación civil
ya admitida y declarada)
ni aventura que allanará
el sendero numinoso
ni fácil consolación
cuando te duela corazón y vida
ni absoluto omniconclusivo,
justificativo del acto
y el campo de batalla.

5-22-1989

5.


El nominalismo niega la existencia experimentalmente cognoscible de principios físicos universales que pueden descubrirse más allá del ámbito de la percepción sensorial


El hacha como el viento
que sopla hasta Occidente
y recorre por praderas del vírgen,
tierno cuerpo de muchacha,
saltó al abismo, a la fe
del cimiento más oscuro,
y llevó consigo el puñal desmesurado
y ella, la materia, la nominada del escarnio
estuvo a su merced, cautiva, presta,
con dos palomas que salieron del escote,
con su vulva tibia y anhelante
que fue llamada el alma.

El céfiro se olvidó de todo método
(algunos alegaron que fue su acto
subjetivo, irracional, incomprensible,
in desesperadum).

Con un trapo atrás y otro adelante
tembló de gozo, afiló el nabo
que a cuerpo y afán empírico,
remordimiento y sustancia, escindieron
con prédicas de ruin nominalismo.
El se fue a rescatar la trascendencia,
se fue directo al beso y al orgasmo,
al experimento más allá de las proclamas
sensualistas, cartesianas
de principios a priori.

El hacha incondicional dijo
de pronto a la ofrenda de holocausto:
no es igualdad absoluta que te ultraje;
yo sufro y no lo sabes; soy humano,
pero voy a fundar la libertad
más allá de tu muerte, construída
por rudo y vil nominalismo.

Voy a darte el placer eterno
de la obediencia que trasciende,
el amor de los dioses
fuera de la cueva
egoica, vocinglera;
así la mala sombra
de lo humano
no será ya
capricho.

6-24-1989

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