La muerte es el poema del poema.
La muerte es el inicio de las mejores creaciones.
La muerte da su esencia para todas las caducidades.
La muerte es la sensación de que eres infinito
y la certeza soy Yo, tu informante del ego-cesativo
en tu garganta cantora para las madrugadas.
Te doy en vida, mi Verdad, te presto ya
la Joya de mis alegrías, la erótica de mi esplendor,
mi juventud eterna, mis Cárites. Contigo
me echaré en la sepultura, contigo ya tengo compañero.
2.
Si no te conociera, Carlos, desde antes
de que pudieras recordarme, no sería tan espléndida.
Te diría lo que a otros que aún no me han creído.
«Usted está cerca de mí. Problamente, aprenderemos
que la misma llama nos tiene encendidos:
Vida es saber que un poco de mi luz será suya,
aunque yo sea la muerte y que también su pabilo iridiscente
comunica calor. Un poquito es mío. Somos alientos
que se aproximan, cohabitantes metáforas
de comunión en la Tierra y buscan darse un beso».
Alguna vez la mariposa que vuela se está quieta
sobre la hoja visible. Somos entonces las metáforas
del humus en el aire y bajamos atraídas por idénticas ramas.
3.
Hoy somos usted y yo que nos citamos para reconocernos
como larvas... Usted leerá un poema que mi mano
estuvo sacando de la Llama de mi eterna existencia.
Usted, sentado(a) a mi lado como oyente
se volverá tantico mi garganta, mis sentidos
porque sus palabras alguna vez se las dije
(pero usted no recuerda, yo soy la muerte siempre).
Usted quiso decirlas, pero no las sabía todavía
hasta hoy que pudo recordarlas; usted las dices
por ambos, pero me pertenecen.
4.
Ahora yo seré una parte de sus ojos.
He hallado sus pupilas tan fieles y gozosas
que allí, en sus cuencas, me gustará
que se coloque mi escenario, las pupilas mías
porque yo doy lealtad a mi geografía,
memoria a los seres que adoro.
Yo hoy te amaré por tus ojos;
picotéame tú con los tuyos.
Mírame como yo te he mirado.
5.
Sea mi sentido el que ve cuando ya no veo.
Amame, por mis viejas palabras.
Usted trae ojos de gozo y, yo por usted,
olvido ojos de llanto, admito vibraciones sonoras
como un eco, alguien me habla, se atreve
a hacerlo, aunque yo soy la muerte.
6.
Hay una geografía de los dos en este instante.
Al fin sé que estamos juntos, siendo
intransferiblemente distintos. Si hemos de estar tan cerca,
díme un Yo Dulce, yo voy a tutearte; seamos la misma llama.
Observemos el mismo fuego y, si me prestas las pupilas,
aunque sea por lo que dure este simulacro de la muerte,
amaremos el encuentro, volveremos cada vez que tú mueras.
A oídas me vuelvo rumorcillo de aguas.
Sé que te gusta el Chorro de Collazo,
el Lago Guajataca y siempre fluirán manantiales
si estamos juntos. Los produciré en los lugares
donde tú me digas; en nombre de las ninfas
que tú amas; a alguna quebrada llámala
Mirabales, como el barrio de tus ancestros,
tu madre, tu abuela, los Cadafalch y Vélez,
los Ortices, los Prat, los Alicea...
voy a suplir el agua. Voy a hacerte una fuente.
A pálpitos, ya sospechas mis metáforas mayores,
a corazón las creíste, las metíste en tu vida,
en tus existenciarios, soy tan feliz
porque tengo un amigo que me cree y las comparte.
Tú te has citado en mi rincón y avanzaste
con tu paso suficiente y yo salí de mis paraísos
ya que llamas al ángel... y me delato si vengo
y al decirte «Te quiero». Estarás a solas conmigo.
Tenemos un poema y una llama
y un paisaje y un riachuelo y en común
provocaremos que fluyan muchos manantiales.
5-2-1995 / De Yo soy la muerte
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