a la actriz María Ignacia Ibañez (1745-1871)
En Carabanchel Bajo nació una madrileña.
Actriz en el Teatro de la Cruz,
Filis, la Nacha, la devi de Cadalso,
la musa de su coxis, el mantra
más perfecto de su voz.
Y un día, un día de su garganta,
plena todavía de las ondas hormonales
de su ágil emoción, del canto
con que el placer llamó y respondió
a los estímulos naturales de su risueña
vida y comunicación, dió en bajío,
murió; creyó en un cielo empíreo,
en un éxtasis, sin desperdicios
en la oikós del Ser, en tercer cielo
de frugalidad, cedió a la muerte
sin aquella súbita tos.
Murió la actriz y José se sintió desconsolado.
De cal y canto es su dolor. La devi Filis
extrajo de sí autoreproches, soledad.
«¡Ay, que ya no puedo vivir!»,
sin esa niña ideal, sin esa cara de aleluya,
no hay pascua. Ni valor ni sustento.
Y por ésto la desenterró de la tumba.
La pidió a la Madre / Luna / de los mundos
subterráneos; se la birló a la ausencia,
a los barrancos del fuego, a los ángeles negros,
al lado oscuro de la fertilidad y la resurrección.
No comments:
Post a Comment