Thursday, July 19, 2007

Romance de Mara

... y salieron al desierto de Shur y anduvieron
tres días por el desierto sin hallar agua y llegaron
a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara,
porque eran amargas: Exodo


Los que no cosechan del árbol del poema;
pero tampoco alimentan su raíz,
preguntaron con enojo:
¿Qué nos endulzará la boca?
Como leña en lajas, ulcerantes de encono,
quitaron las hojas y las cortezas
a los textos de su piel, al tronco cancionero.
Derribaron los cimientos de sí,
incrédulos del misterio doloroso
que el poeta conjura del penacho a la raíz.
Preguntaron: ¿Qué beberemos?

Confesaron su odio por los bosques
del léxico y quemaron los versos
escritos en rollos de vitela
y maldijeron al vitoco
(Consolador, hijo de Consoladores)
y la promesa informada por él,
el valle del frondoso lirismo.

... porque él se vistió de árbol
y fue proclamado vasallo de signo servicio
por oyentes que le vieron besar
la flor de la metáfora y escribír
el Pacto Vegetal de su decoro.
Sin embargo, los hijos de Tritón
a las peñas pedían sus caracolas
porque, en su corazones,
fornicaban con ídolos de arena, diciendo:

No hay vida en la símil ni dulce amina
en las frases del Consolador.
Y llamaron al poeta mentiroso,
payaso, anti-héroe, vitoco
y pachotero, camino al tercer día.

Y el poeta persistió en la siembra
de su asombro, con savia fluyente
y con saliva de sus ríos profundos
entre cicatrices de los sequedales.

Lo tenían en yugo, amarrado de los pies
y a él, en pese a lo tundido, por ironía...
a más patadas... ¡más versos!
porque él funciona con espíritu
más fuerte que el dolor y la necesidad,
y aún su lengua, que fue arrancada de cuajo
para enmudecerlo, innecesaria fue
para invocar las arboledas
con la química del alba.

El tiene treinta atalayas de pan
en las costillas y tres cuerpos
de Visnú para llegar al final
del tercer día, con su canción
triunfante de alimento...

¿Qué beberemos?, insistieron
los tritones, habitantes de las grutas
del nitrógeno, al mirarlo sin morir
por los senderos quemantes de Shur.

Contrario a él, ellos
sin la fe hidrosoluble del vino,
o la chupadera láctea del calcio.
De pronto, con ponzoña vengadora,
la Culebra del Desierto los detuvo
como a cañas flacas de abandono.
Señaló hacia una laguna,
hediente y dijo:

¡Bebed de Mara, bebed
y temblad, zoófagos, hijos de coníferas,
zooides del zooblasto, y malditas sean
otra vez estas aguas, maldito
el fósil zoógeno de los corales
y los senderos calizos
de vuestros párpados y uñetas
que escarban la tierra con fatiga,
porque éste es el último oasis!


Y según lo maldecía, en pánico,
se comían sus excrementos.
Excepto él, el vitoco, objeto de maltrato
y llamado poeta de los árboles
y las aguas amargas.

Entonces, este sátiro poeta
sacó voz del ronco viento y semillas
de algún artificio del trigo
y flores de alguna espiga
de la maravilla...

¡A la vista de todos! nacieron
almendros, dátiles y manzanos,
como si se legislara la dulzura
escondida con su voz.

Fue que el poeta clamó
a los treinta señores de sus huesos
(a palos azotados por la multitud)
y decía: Sácialos de carotina,
Endulzador de las Alquimias,
para que vean más allá
de sus raseros xenoftálmicos
al bacalao pudrido de sus bocas,
su livor suplantador, dentro del alma,
sus fingimientos cárdenos.

Flúyelos sobre las aguas endulzadas
para que conozcan las ovas de la miel
y la leche verdadera, deva del azúcar
y el grano, redentor de litoclasas,
quebrador de rocas; hártalos ahora
de tiamina, ya que son pobres de Shur
y jamás se alimentaron de cereales
ni sutilezas del génesis en platos
de estrofas limpias
y páginas de harina.


En las blandas arcillas del futuro,
el poema es salud de la carne
y con leche se cocina el hueso
y con amor se vive en el verso
que es dulce a los pámpanos
de la vid agria del desierto.

Sumérgelos de hocico
en la riboflavina, en la franja
anaranjada que lava comisuras
de labios secos y partidos
y permite a los besos
la ternura de las elegías
y el olor de la epidermis
rimada con deliquio,
porque ellos no son poetas,
no conocen la vid verdadera
ni los monstruos de la voz
que canta e invoca,
premedita y plasma
la autenticidad de la glucosa.


Rayos ultravioletas los consumen
y sus cuerpos son espectros de ceniza.
A flor de dientes y lengua vipirina,
mascan sus maldiciones y blasfemias.
¡Son hijos de Mara, incrédulos
del árbol que endulza las aguas!

En cada espacio de vértebra,
dáles la perfecta rima
para la canción del genoma!
Húndelos en el pozo viscoso
de tu amarillo linfa, mánalos
como tocofenol vegetal de tus aceites
para que no sean estériles ni magros
y se multipliquen en el texto
de Tu Sol nutricio; que beban
la sangre de tus espinacas,
caldo de tus legumbres
y bebedizos de tus patatas cocidas
en horno de elocuencia morfogénica.

¡Que aprendan a morder,
sin dolor de encías y sin tedio,
a los sabores de tus ácidos ascórbicos
ya que en tí, señor de sonoridades,
late la palabra furiosa,
la denuncia y el colmillo conspirador!

¡Tantas galas de violencia
y no resisten hasta el tercer día
estos hijos de Tritón,
depresivos, asténicos,
comegofios de arena!

Dáles la biotina, versolari
del Axis Mundi, suélvela
en las aguas de Mara y que beban
las riquezas de tus alacenas
de vitamina H, chacra por chacra,
del epistrófeo al sacro,
del alfa a la omega.

¡Que se laman los bigotes,
que olviden que tragaron polvo
y bebieron orines de cobras
y pitones; a fresas y a moras
que les sepan las jetas
a esos dueños de duras cervices!

¡Puebla sobre el poema
de las aguas dulces tu sustancia rojiza!
Combate a las crueles anemias del alma.

Exilia la pelagra
y establece el Reino del Consuelo
con ácido fólico que te sobre
porque hay torrentes sanguíneos
en desgracia y parturientas
con úteros rotos
y alambiques de tibias doncellas
que mueren en mañerías
con hombres engañosos
y hembras que no hayan ligamen
ni atadura porque no saben
salmos en madremontes
ni canciones para el fuego de la leña.

Estas cosas dijo el Vitoco,
mesías sin mentira y cantor
de panderos y danzas,
al echar árbol a las aguas amargas
y endulzar la vida de la arena.

¡Treinta vitaminas que Funk
ni imaginó, desde ese día,
reconstruyeron al pueblo de Tritón
y a las bocas que comen leudo
en los días de santa convocación!

Bendito fue el durazno y el ciruelo,
el cerezo y el higo, vitaminadas
fueron, por causa de beber,
del agua dulce de algún texto,
las naciones y el que les dio ordenanza
y probó con agua amarga
y la Venus del espejo
y la Venus del pomo
y el odioso livor que incensó
a las hijas de Eurinoma
y las enterró vivas
por amar a los poetas
de Apolos...


9-7-1990

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